Director de HERALDO DE ARAGÓN

Entre la pelea y el abandono

El vicepresidente de Aragón, Arturo Aliaga, y el portavoz de Cs, Daniel Pérez Calvo, en el pleno
Entre la pelea y el abandono
Oliver Duch

Compañera de viaje de muchas democracias occidentales, la inestabilidad de los partidos liberales de voluntad centrista ha terminado por colarse en Aragón. El considerado centro político, no necesariamente en equidistancia con la izquierda y la derecha, amenaza con volatilizarse por culpa de la agónica secuencia descrita por Ciudadanos y por las batallas internas que sacuden al PAR. 

En coincidencia, aunque por causas bien diferentes, naranjas y aragonesistas han implosionado acelerando un proceso de deterioro que, entre otros efectos, concede alimento a opciones como Podemos y Vox ante la necesidad de socialistas y populares de completar sus mayorías parlamentarias.

A diferencia de lo que ocurre en Ciudadanos, la batalla interna que sufre el PAR queda ceñida al deseo de controlar el partido. La formación, pese a padecer un acumulado desgaste reputacional, ha sabido mantener un papel significado en la política aragonesa y, de manera destacada, en el cuatripartito que preside Javier Lambán. No sufre, como es el caso de los naranjas, un deseo de fuga o huida de sus dirigentes. La defensa de la continuidad del PAR es una máxima compartida por oficialistas y críticos, siendo motivo fundamental de esta trama la discusión sobre el liderazgo de Arturo Aliaga o la orientación del proyecto político. El electorado, que progresivamente ha ido abandonando a los aragonesistas por la falta de definición de aquello que podían aportar a la política aragonesa, asiste atónito a una contienda en la que los tribunales dictan hoy los pasos que se deben adoptar en la formación. La crisis del PAR, sobre la que Aliaga también culpa al PP y que es seguida por el PSOE con especial atención por el riesgo de contagio sobre el Ejecutivo regional, confirma la importancia de unos votos que aún dan y quitan mayorías en la Aljafería.

Las luchas internas del PAR y la descomposición de Ciudadanos, que como último ejemplo tiene el anuncio de la vicealcaldesa de Zaragoza, Sara Fernández, de no presentarse por su partido, confirman el peligro que en Aragón corre el centro político

Ciudadanos, por su parte, sufre hoy sus decisiones del pasado. Su ideario liberal, construido sobre su utilidad, adoptó forma con la desordenada incorporación de centenares de cargos que buscaban más una oportunidad personal que la construcción de una alternativa política. Su vaciamiento, justificado por los que se marchan en una supuesta traición por parte de los dirigentes a los principios que hicieron crecer al partido, es el resultado indiscutible del reconocimiento del final de la vida de un proyecto. Sin ninguna pelea sincera por el control del partido, la única discusión se centra en saber quién apaga la luz después de que los votantes hayan migrado al PP. Se desmorona Ciudadanos en Aragón, una evidencia que se expresa sin disimulo en el Ayuntamiento de Zaragoza, donde las siglas hace tiempo que se borraron, mientras el PP espera con los brazos abiertos a muchos de los cargos naranjas a los que su todavía coordinador autonómico, Daniel Pérez, acusa de transfuguismo.

Puede que el PAR tenga la oportunidad, gracias a la ayuda de los cientos de candidaturas municipales y siempre y cuando se restituya el entendimiento entre los oficialistas, de sobrevivir mejor a la próxima contienda electoral, pero si en algo coincide con Ciudadanos es en que sus actuales dirigentes no se plantearán ningún pacto con el PP. Tanto Ciudadanos como el PAR han desarrollado la muy cuestionable virtud de la acumulación de los errores, pero la exhibición pública de sus diferencias, alardeando de su falta de unidad, resulta determinante.

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