Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

El sabio discreto

José-Carlos Mainer analiza el año 2020 y mira hacia el 2021.
El sabio discreto
Toni Galán.

Hace un siglo, el Banco Español del Río de la Plata presidía la madrileña calle de Alcalá desde un imponente edificio con fachada de columnas jónicas. En la actualidad, el inmueble ya no recibe los giros postales de los españoles emigrados a Argentina; ahora alberga el Instituto Cervantes. 

Eso sí, el organismo que vela por la difusión del español ha mantenido la caja fuerte del viejo banco. En el sótano, detrás de una gran puerta acorazada, las paredes de un salón rectangular están forradas con cajas metálicas. Ya no guardan oro y billetes, atesoran parte de la riqueza cultural de España. Los 1.767 cofres se vienen llenando desde hace años con el legado de los más prestigiosos escritores, cineastas, científicos, músicos y demás cultivadores de las bellas artes.

Vargas Llosa, Margarita Salas, Marsé, Martín Gaite, García Márquez, Ana María Matute, García Berlanga y otras figuras irrepetibles han depositado objetos personales en lo más profundo de la Caja de las Letras y han fijado una fecha de apertura. Pasado mañana, José-Carlos Mainer llenará una de esas exclusivas taquillas. Este reconocimiento del Instituto Cervantes hace justicia a los numerosos méritos del catedrático aragonés, uno de los más reputados historiadores españoles de la literatura, a la manera de un Harold Bloom hispano. Aunque su personalidad discreta lo ha convertido en una persona poco conocida para la mayoría de sus paisanos zaragozanos, desde que con apenas 27 años publicó ‘Falange y literatura’ (1971) muchas voces autorizadas han elogiado su saber profundo, sin rastros de narcisismo o fanfarria.

El observador puede ver caminando por el zaragozano paseo de la Independencia al historiador cultural más relevante e influyente de España

Por aquel entonces era un joven profesor en Barcelona que ya despuntaba, junto al inefable Francisco Rico, firmando críticas en revistas como ‘Ínsula’. Había acudido a la Ciudad Condal a cursar la carrera de Filología hispánica porque en Zaragoza solo se impartía todavía la de Filología románica. Siendo ya catedrático, y a pesar de su descollante reputación, no optó por instalarse junto a las élites intelectuales en Madrid o Barcelona, sino que prefirió residir en Zaragoza y engrandecer el departamento de Literatura de la Universidad cesaraugustiana. Su aragonesismo es claramente perceptible en múltiples detalles, desde la exégesis y publicación de numerosos autores locales a veranear en el pirenaico Ansó.

Reiteradamente ha confesado Mainer, por ejemplo en el prólogo de su célebre ‘La Edad de Plata’ (1975), su admiración por la "habilidad expositiva de alta divulgación anglosajona". Esta voluntad divulgativa, sin abandonar nunca el rigor y la excelencia investigadora, late en buena parte de su bibliografía. En este sentido, está a caballo de la vocación elitista de la cultura británica y de la más democrática de los franceses. Por ello, igual ha escrito la obra de referencia sobre Baroja que la edición española de un libro-ranking al más puro estilo anglosajón: ‘1001 libros que hay que leer antes de morir’ (2006).

Perspicaz exégeta, José-Carlos Mainer es una perfecta combinación de erudición, ingenio y discreción

Tiene Mainer mucho de historiador de las ideas y de las tendencias propias del territorio, para él sagrado, de la literatura. Igual detecta corrientes y climas intelectuales, que conjuga el detalle con el panorama global. Todo ello con la sensibilidad del auténtico amante de la función poética del lenguaje. De este modo, al margen de ideologías y prejuicios, sigue dejando hitos imprescindibles en la historiografía literaria. En sus monografías y sus frecuentes aportaciones al mejor periodismo cultural, baraja sabiamente conceptos capitales y fechas, épocas y temas, autores y obras, antologías y cartas, revistas y tertulias, para poner al día constantemente el sistema cultural de España, interpretado siempre en relación con el entorno global.

En épocas polarizadas y crispadas como la actual, es necesario disponer de referentes que se sustenten en la sabiduría y la discreción. No es tarea sencilla porque el intelectual sabio y discreto es todo menos noticia. O solo lo es cuando le invitan a guardar algunos de sus recuerdos en la cámara acorazada de un noble edificio cervantino en el corazón de Madrid.

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