Subdirector de HERALDO DE ARAGÓN

De luchas, estrategias y fracasos

El vicepresidente de Aragón, Arturo Aliaga, y el portavoz de Cs, Daniel Pérez Calvo, en el pleno
El vicepresidente de Aragón, Arturo Aliaga, y el portavoz de Cs, Daniel Pérez Calvo, en el pleno
Oliver Duch

Decía Josep Tarradellas que en política se puede hacer de todo menos el ridículo. Existen precedentes cainitas en la política aragonesa de diferentes dimensiones, algunas con profundidades abisales, pero el vodevil que escenifica el PAR desde antes de su Congreso, anulado ahora por el juez, aporta algunos matices singulares. 

La ferocidad de las críticas entre los diferentes sectores del partido es directamente proporcional a su escasa pegada electoral, hasta situarse en las puertas de la irrelevancia si no corrige el rumbo. El problema reside en que ya no tiene timón. Al PAR le han dado los electores varios avisos serios: de 19 diputados en 1990 ha pasado a 3 mientras que en el Ayuntamiento de Zaragoza sigue desaparecido y no se le espera. Los cuadros del partido consideraron hace tiempo que su extensa implantación en el territorio ejercía como un dique infranqueable que jamás dejaría una filtración para el fracaso. Sin embargo, la red clientelar tejida queda ahora casi como escaso y cuestionable soporte de un partido dirigido de forma deficiente y sin brújula: ora con el PP, ora con Podemos mientras se colocaba de perfil en las elecciones generales. 

Se puede explicar de otro modo, de forma más gráfica, pero es igualmente esclarecedor. Si el guión lo escribiera el genial Raimond Queneau podría asemejarse a esta secuencia interminable y repetitiva, como un mal sueño: el PAR no se soporta a sí mismo en su Congreso, el juez lo anula, los críticos quieren echar a Aliaga, la Ejecutiva no aguanta a Aliaga, Aliaga no controla a la Ejecutiva, Aliaga se erige como salvador de un partido que no quiere salvarse, mientras los electores siguen tomando nota de uno de los ejercicios políticos más torpes desplegado por fascículos en la política aragonesa y que avanza hacia su epílogo. 

El PAR camina hacia el colapso mientras Ciudadanos no ha logrado ningún impulso significativo tras el relevo en su cúpula: Lambán y Azcón, que anticiparon hace ya tiempo las caídas, lucharán el 28-M por ocupar el espacio de centro en Aragón

No corre mejor suerte Ciudadanos, ese partido que creció a la velocidad de las torres de Shangái y que se está fundiendo a fuego lento. Su asamblea de refundación se pareció más a un velatorio que a un grupo de pujantes políticos en busca de un proyecto, hace ya tiempo perdido en Cataluña. Porque el problema de Cs, a diferencia del caso del PAR, es una cuestión de márquetin. El partido, surgido de la necesidad de defender un proyecto de Estado frente al independentismo en Cataluña, ha terminado queriendo posicionarse allí donde no tenía ningún hueco. Con una estrategia errada a nivel nacional, a Daniel Pérez Calvo, que pudo ser vicepresidente con Lambán, le toca ahora en Aragón el trágala de cerrar la oficina y bajar la persiana. Las encuestas se balancean entre la nada y un diputado y capitanea una misión suicida e ingrata: con la misma rapidez con la que tuvo que revisar currículos en los días de vino y rosas para rellenar actas de diputados y concejalías que crecían de forma exponencial, ahora ya no puede taponar las fugas, empezando por la vicealcaldesa Sara Fernández, ya en la esfera del PP. Lambán y Azcón, que vieron la caída hace ya demasiado tiempo, luchan por un espacio de centro que, sencillamente, otorgará la presidencia de Aragón.

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