Por
  • Julio José Ordovás

Año Nuevo

Zaragoza recupera la normalidad tras la celebración de Nochevieja
Zaragoza recupera la normalidad tras la celebración de Nochevieja
Guillermo Mestre

Me gusta inaugurar el año con una buena caminata. Procurando no hacer demasiado ruido al abrir y cerrar la puerta para no despertar a mi mujer y a mi hijo, que duermen apaciblemente, salgo de casa con las primeras luces del día. El Ebro tiene hoy un color como de buque de guerra y discurre mansamente, ajeno por completo al calendario litúrgico. Cruzo la plaza del Pilar, donde unas horas antes estaba tomándome las uvas y brindando con cava, y asciendo por la calle Alfonso, recién regada por los barrenderos municipales.

Hay un grupo de chicas que caminan con dificultad sobre sus zapatos de tacón. Una de ellas, la más borracha o la más torpe, resbala y al caer se golpea contra una papelera. Sus amigas se ríen y ella, cuando se le pasa el susto y consigue ponerse en pie, también se echa a reír. No son los únicos restos humanos de la Nochevieja que pululan a esta hora por la ciudad, resistiéndose a dar por concluida la fiesta y regresar a casa. Los tres días del año en los que están cerrados los quioscos porque no hay periódicos son como días en blanco. Paso frente a la iglesia de Santa Engracia y le deseo un feliz año nuevo a san Lamberto, que me guiña el ojo izquierdo desde su cabeza cercenada. Pienso en Joseph Ratzinger, de quien leí ‘La muerte de Cristo’ hace algún tiempo, y pienso en mi padre, que ya no nos acompaña, físicamente al menos, en las celebraciones familiares. No voy a dedicar ni un minuto a planear lo que haré este año ni a hacer balance de lo que hice el anterior. Cerca ya de Ciudad Jardín, entro en una cafetería, le pido un té con limón a una simpática camarera china y estreno la agenda de 2023 garabateando este artículo.

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