Por
  • Carmen Magallón

Pido la paz

Pido la paz
Pido la paz
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En esta Navidad, sumándome al poeta, pido la paz y la palabra. 

Primero, la paz. La paz del sosiego. La paz para agredidos y agresores. La paz que hace enmudecer las armas. Que el espíritu de la Navidad, del niño que nace trayendo la buena nueva de la esperanza, silencie las armas y arranque el odio de los corazones. Que un manto de bondad –saludos, pavos, castañas, turrones, mandarinas– llene los días y nos transforme. Y que nos cale hasta la fibra común de humanidad. Dejad de enviar drones al cielo con una carga de muerte. Enviad imágenes de fraternidad, sororidad. Enviad estufas de butano, calcetines de lana, bolsas de agua caliente para las frías sábanas, modestos nacimientos de barro con pastorcillos y reyes para avanzar hacia el encuentro por las estepas desoladas. Como en la vieja película, en Navidad salgamos de las trincheras con un pañuelo blanco y avancemos hacia el otro: bella escena donde los contendientes que ayer se mataban brindan y cantan juntos. Pidamos un alto el fuego –quién es mi enemigo, quién me empuja a matar, para ganar qué– en todos los rincones del planeta donde la locura humana sigue la senda de la muerte. Formemos delegaciones de pastores con bandera blanca. Desde esta modesta columna, pido que el espíritu navideño no se quede en luces y regalos. Frente a la razón de la fuerza me acojo a la fuerza de la razón y pido un alto el fuego por Navidad. Pido la paz y la palabra: la palabra frente al arma. Y apelo a los líderes a que busquen los cauces.

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