Por
  • Andrés García Inda

Charlotadas

Charlotadas
Charlotadas
POL

A principios del siglo XX se popularizaron en Estados Unidos los concursos de imitadores de Charlot. 

Dicen que Chaplin se presentó de incógnito a uno de ellos y lo perdió. Parece que ni siquiera quedó clasificado entre los veinte primeros. Hay varias versiones de la anécdota, por lo que puede tratarse de una leyenda urbana, pero resulta interesante y divertido pensar que fue así. Su hipotético fracaso realzaría por un lado la categoría y humildad de la persona y por otro la entidad del personaje, que cobraba vida propia más allá del actor que lo encarnaba.

Para que no hubiera dudas, hace un par de semanas el PSOE de Valladolid otorgó el recién creado ‘premio Carmen Calvo’, en su primera edición... a Carmen Calvo. Quizás para ser totalmente consecuentes con la decisión el jurado debería además haber propuesto que no haya más ediciones del galardón, habida cuenta de que ya nadie podrá estar a la altura de la premiada. ¿O caer tan bajo? Nos hubiéramos reído igual si se hubiera presentado de incógnito y hubiera perdido, aunque tal vez hubiera sido más edificante. Pero Carmen Calvo no es Charles Chaplin, claro está.

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"¿En qué momento se jodió el Perú?". La pregunta de ‘Conversaciones en La Catedral’, la novela de Mario Vargas Llosa, inundó hace unos días los medios y las redes sociales, cuando se tuvo noticia del autogolpe de su presidente, Pedro Castillo. Entre nosotros, Echenique encontró la respuesta en una foto de Castillo con Bolsonaro, tomada en el viaje que el peruano hizo a Brasil. Según Echenique, que en su momento animó y alentó al presidente depuesto, es que el expresidente peruano se había vuelto de ultraderecha. "Arreglao", podría haber dicho limpiándose las palmas de las manos como un augusto. Y a otra cosa.

Llevamos varios años cruzando todo tipo de umbrales aparentemente impensables
e inadmisibles

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¿Y nuestro Perú?, ¿en qué momento se jodió? Es difícil decirlo, porque llevamos varios años cruzando todo tipo de umbrales aparentemente impensables e inadmisibles. Como si fuera un videojuego, ya hemos pasado niveles que incluso sus propios seguidores decían que Sánchez "no sería capaz". Y vamos a por el siguiente. Pero no pasa nada. Es el caso de la rana hervida, ya saben: si introducen a una rana en agua hirviendo saltará, pero si calientan poco a poco el agua se irá acostumbrando al calor y morirá. Un escándalo tapa otro escándalo y la memoria es reducida. Se hace sonar la bocina y los despistados o reticentes pondrán cara de circunstancias, manifestarán su lealtad al líder y acusarán a los demás de polarizar en temas evidentemente complejos. Como el pobre Lambán, obligado cómicamente a aclararse, corregirse o desdecirse. Narananiano...

Y así vamos, con la risa helada, alcanzando cotas inusitadas de degradación política e institucional: erosionando implacablemente todos los controles al poder, colonizando políticamente todos los resortes institucionales, legislando a la carta (y mal)... En suma: modificando las reglas de juego durante el partido, incluso para cambiar al árbitro y poner en la sala de VAR a un jugador del banquillo. ¿Les parece exagerado el análisis? Pues hagan un sencillo ejercicio de reflexión: imaginen lo que ustedes pensarían y dirían si fueran otros los que así gobernaran. Hay quienes piensan que la democracia exige vía libre y sin control a las decisiones de la mayoría, pero solo cuando gobiernan ellos.

Como si fuera un videojuego, ya hemos pasado niveles que
incluso sus propios seguidores decían que Sánchez "no sería capaz"

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¿Quién tiene la culpa? La sola expresión así, de la pregunta, ya provocará más de un sarpullido. ¿Culpa?, ¿a estas alturas de la historia? Leo, buscando respuesta en la historia, el librito de Jaspers que recoge el curso que dio al acabar la II Guerra Mundial sobre ‘La cuestión de la culpa y la responsabilidad política de Alemania’. Jaspers huía de la imputación de responsabilidades colectivas (el pueblo, la nación, el Estado, la clase política...) porque para él las acciones humanas debían enfocarse desde el punto de vista moral de un modo individual. Y porque hacer atribuciones globales es la vía para que los responsables directos se vayan de rositas. Por eso Jaspers distinguía cuatro tipos de culpa: penal, moral, metafísica y política.

En otros términos: hay responsables legales y morales directos de lo que está pasando, en diferente grado y según distintos niveles (el gobierno y todo su entramado, los que elaboran y votan las leyes, los militantes que sostienen a los partidos, los medios que los encubren y justifican...), pero dicen que ningún poder puede mantenerse sin la complicidad de la gente. ¿Cuál es la mía?, me pregunto. ¿Y la suya?

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