Por
  • Rogelio Altisent

Cuidar al cuidador

Cuidar al cuidador
Cuidar al cuidador
Pixabay

Estudiar el modo de cuidar a quienes tienen una especial responsabilidad en el cuidado de la salud de la población tiene una enorme trascendencia social. 

Los aplausos del comienzo de la pandemia no han sido suficientes para prevenir la tormenta que ya está descargando sobre la sanidad en España, afectando a toda la sociedad, especialmente a las personas más vulnerables. Asistimos a una crisis de consecuencias imprevisibles que en absoluto es una sorpresa, porque se venía anunciando. La falta de médicos para cubrir vacantes que tanta preocupación genera no es solo un problema cuantitativo que se vaya a resolver, sin más, con dinero.

Hace una década la sanidad pública jubiló a los 65 años a varias generaciones de médicos de manera forzosa y contra su voluntad, por estrictos motivos económicos, sin atender a las necesidades reales de los servicios. Ese fue todo un síntoma premonitorio de la deriva de nuestro sistema sanitario. Actualmente son cientos los médicos que se están jubilando anticipadamente, abandonando el Sistema Nacional de Salud por agotamiento y con un regusto de amargura, tras haber dedicado la vida a una institución que no les ha cuidado. No es solo un efecto del coronavirus, hay causas más profundas y larvadas que han generado un auténtico desarraigo y la pérdida del sentido de pertenencia a un Sistema Nacional de Salud que tanta ilusión había generado en muchas generaciones de médicos.

Los servicios de recursos humanos de las instituciones sanitarias se han quedado obsoletos y dedicados a gestionar profesionales como si fueran una mercancía. La precariedad de los contratos de los médicos jóvenes es una indignidad. Sería legítimo hablar de salarios, comparando con otros países desarrollados, pero hay otros incentivos que incluso se valoran más, como es acceder a la compatibilidad de la asistencia con la docencia y la investigación. Tampoco la conciliación ha evolucionado en nuestro país de acuerdo con la abrumadora mayoría de mujeres en este sector.

En España la tasa de médicos por mil habitantes no es baja. Se han levantado voces autorizadas explicando que el problema no es tanto que falten médicos para trabajar, sino que faltan médicos que quieran trabajar del modo que se obliga a hacerlo en nuestras instituciones. De hecho, es notable la migración de jóvenes médicos a otros países donde las condiciones de trabajo son notablemente mejores que las nuestras, y por otro lado recibimos médicos de otras nacionalidades que abandonan países en vías de desarrollo. Es un auténtico camarote de los hermanos Marx donde sería bienvenido un Ministerio de Sanidad eficaz.

El problema no es tanto que falten médicos para trabajar, sino que faltan médicos
que quieran trabajar del modo que se obliga a hacerlo en nuestras instituciones

No es aventurado interpretar que la extensión de las actuales huelgas sanitarias son el síntoma de un descontento que va más allá de puntuales cuestiones organizativas y salariales. Hay cansancio y desesperanza. El desencadenante está siendo sin duda una masificación asistencial insoportable, pero concurren otros factores que alimentan un malestar profesional.

Un factor añadido es que se ha renunciando a educar a la población en una sobriedad sanitaria imprescindible para sostener una sanidad pública, pero se deja a los profesionales defendiendo el castillo sin armas, con una ciudadanía cada vez más enfurecida. El sorprendente incremento de las agresiones a profesionales sanitarios es un síntoma que requiere un profundo estudio cualitativo para comprender sus raíces.

Un Sistema Nacional de Salud sin una atención primaria sólida y eficiente es misión imposible y actualmente la medicina de familia es una especialidad que está perdiendo candidatos porque no tiene reconocimiento social y su ejercicio se está convirtiendo en una medicina de trincheras de segunda división. Cuando los estudiantes hacen prácticas en los centros de salud dicen que es un trabajo heroico y admirable pero no imitable. De hecho, solo una minoría muy vocacional está dispuesta a soportar tanta carga.

Desde las terminales políticas el único discurso que se está escuchando para este difícil momento del sistema sanitario español es la promesa de dedicar más financiación y aumentar las plazas en la universidad y el MIR, lo cual, siendo necesario no es suficiente, si no se asume un cambio de actitud en el cuidado de los profesionales sanitarios. Fracasar en el diagnóstico del problema impedirá poner un tratamiento eficaz. 

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