Bronca en el Congreso de los diputados

La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, muy cuestionada por su gestión de los debates
Bronca en el Congreso de los diputados
Efe

Acabamos de celebrar el aniversario de la Constitución, esa ley suprema que nos dimos los españoles hace ya cuarenta y cuatro años para el entendimiento y la convivencia; y lo que debiera ser un motivo de orgullo nacional se ha visto empañado en los últimos tiempos por ese inaceptable ambiente bronco que se advierte en las sesiones del palacio de las Cortes en la carrera de san Jerónimo.

Es penoso y triste ver cómo nuestros supuestos líderes políticos se enzarzan en agrias discusiones y descalificaciones, cómo se insultan, cómo vociferan, cómo la blanda presidenta del Congreso ha de llamar la atención reprendiendo a unos y siendo tolerante con otros, con qué aspavientos se expresan las bancadas, con qué miradas despectivas se despachan discursos e intervenciones, cómo se apodera del ambiente el sombrío espectro de las dos Españas. ¿No se dan cuenta nuestros representantes de que quienes les hemos elegido no queremos eso?

Los españoles, quiero entender, hemos confiado a nuestros diputados la tarea de preocuparse por hacer buenas leyes, por dar ejemplo con sus actitudes, actividades y trabajos, por fomentar la convivencia y por empezar a vivir cortés y educadamente entre ellos, respetándose, huyendo de la ofensa y no digamos del insulto. Haber convertido la sede de la soberanía nacional –no de la soberanía popular, como equivocada o intencionadamente ha dicho alguna señoría– en un lamentable espectáculo más propio de un patio de vecindad mal avenida es una grave irresponsabilidad de la que el pueblo español habrá de pasar factura electoral en el pleno ejercicio de su libertad y dignidad si es capaz de encontrar, que los hay, mejores representantes.

Nos avergüenza contemplar el deterioro que está sufriendo la institución
que representa la soberanía nacional, y son precisamente algunos
de sus componentes quienes provocan tal deterioro

Entretanto, y mientras sigan ocupando sus escaños en el Congreso, hay que denunciar ese comportamiento indigno de sus señorías y exigirles que por respeto a sus electores moderen sus ínfulas y su agresividad; al tiempo que se debe pedir también un ejercicio de su cargo más enérgico a la presidencia de la Cámara para que de una forma equilibrada conduzca los debates cortando tajantemente cualquier desafuero, provocación o insulto.

Nos avergüenza contemplar el deterioro que está sufriendo la institución que representa la soberanía nacional, y son precisamente algunos de sus componentes quienes provocan tal deterioro. Y también el gobierno debe un respeto a la Cámara, a la oposición y a cada uno de los diputados que le formulan preguntas o interpelaciones. Despachar las preguntas yéndose por los cerros de Úbeda o con una sonrisita es, entre otras cosas, una falta de educación y un incumplimiento flagrante del mandato constitucional.

No sé si será posible reconducir una situación que podría irse de las manos, pero debemos hacer un llamamiento al entendimiento y al sentido común para que desaparezca la bronca del Congreso de los Diputados. Los españoles no merecemos ese triste espectáculo, señorías.

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