De magistrados y filoetarras

Otegi: "Las notas aclaratorias no alteran los acuerdos".
De magistrados y filoetarras
Juan Herrero

Juan Carlos Campo y Laura Díez han vivido años practicando la obediencia debida a quien hoy los proyecta hacia la cumbre de las instituciones del Estado. 

Pedro Sánchez ha dispuesto que estos dos subordinados suyos sean magistrados del Tribunal Constitucional (TC), el único órgano que, en su importante ámbito de decisión (decidir si se han violado los derechos constitucionales de alguien), no puede ser contradicho en nuestro país. En España, no hay nadie por encima.

Los dos nuevos magistrados no tienen apariencia de independientes . Han intervenido ampliamente, de forma directa (Campo) o indirecta (Díez), en la confección de normas legales que pueden ser objeto de examen crítico por ese alto tribunal del que van a formar parte. Tanto el PSOE como el PP han incurrido en ese tipo de abuso, y no solo en relación con el TC. Ambos partidos han designado sin rubor y con un amiguismo estridente a directivos de empresas y entes públicos que cubren un mapa amplísimo, desde la Comisión Nacional del Mercado de Valores hasta Correos, pasando, en su día, por la recién privatizada Telefónica. Lo peor de todo, sin embargo, han sido los indisimulados cambalaches entre ambos para cubrir los puestos más elevados de la jerarquía judicial. En una democracia, los jueces son la última frontera. No hay nada más allá.

Sánchez bate marcas

Sánchez, no obstante los precedentes, ha batido marcas en la falta de escrúpulos institucionales. La causa es múltiple, en consonancia con su perfil psicológico: apetito de poder omnímodo, beneficio ocasional, presión de sus aliados separatistas de investidura o de sus socios en el gabinete ministerial...

La cancha de los tribunales es de la predilección de este socialismo aventurero, cuyo líder cree que va a "pasar a la historia" por mover el cadáver de un dictador. El control de los jueces es el gran paso, que todos intentan y nadie ha logrado por entero, porque no es tan sencillo. Sánchez persiste. Sabe que ya se han olvidado sus purgas a servidores de la ley, con uniforme o toga, como Pérez de los Cobos, Tejera, Bal, Segarra, etc. Gente así le estorbó en su avance hacia la gloria. A él, ufano presidente mundial de la Internacional Socialista, elegido para pilotar ese muermo desvencijado.

Aunque prohíba decirlo la presidencia del Congreso de los Diputados, es claro y evidente que allí hay quien ha aplaudido y defendido a ETA y su ominosa significación

Son filoetarras y se les nota

Entre tanto, sus validos hacen callar a otra de esas ruidosas diputadas de Vox: ha llamado filoetarra a la gente de Batasuna (o de Sortu en Euskal Herria Bildu, antes Euskal Herritarrok y otras formas de la marca). Euskal Herria Bildu es el nombre actual que agrupa a los diputados de la izquierda separatista vasca en el Congreso. A muchos de sus militantes y dirigentes no cabe reprocharles que hayan apoyado a los etarras: Bildu es un grupo complejo. Pero lo contrario es también cierto. Sortu es filoetarra. Jefes como Barrena, Aizpurua u Otegi han aplaudido y ayudado a ETA en sus ‘ekintzak’ terroristas mientras actuó. Terminantemente. Nítidamente. El número de procesos, denuncias y sanciones que suman solo esos tres es alto. ¿Alguien recuerda que un magistrado llamado Grande-Marlaska ordenó encarcelar a Otegi, acusándolo de inducir más de cien actos violentos? Hoy son aliados de conveniencia. Y Sortu apoya a los matones filoetarras de la calle. No lo oculta. Este agosto, por impulso de los suyos (Ernai-Sortu, para ser preciso), se hizo público homenaje a siete etarras a quienes "se les robó la libertad por amar al pueblo vasco y porque lucharon por una Euskal Herria libre". Héroes de su santoral.

Otegi tiene razón

El fracaso de ETA como fuerza terrorista consistió solo en esto: no podía ya lograr sus fines mediante la muerte, el secuestro y la extorsión. Ya no cosechaba al ‘socializar el dolor’, o sea, al extender el miedo para pasmar las voluntades. Este diagnóstico no tiene nada de visceral, es casi una obviedad, algo palmario.

Lo dicen Rodríguez Zapatero y los suyos: Otegi, gran líder de Bildu, fue un personaje sin el que la paz (¿?) hubiera tardado más en alcanzarse. Y callan con artería que lo hizo cuando fue patente que ETA perdía terreno. Generaba gran rechazo dentro y fuera de España. Resbalaba en la sangre que vertía. Hoy no mata sólo porque ve que eso no le da ventaja.

Otegi tuvo y tiene razón. El consorcio con un Gobierno permisivo y laxo del ‘Estado opresor’ es un mejor intento de lograr su temible y absurda Euskal Herria "independiente, revolucionaria y socialista", separada de España y de Francia, países opresores que deben pagar su tiranía. Es una táctica más fácil y barata que las bombas, los tiros en la nuca y los chantajes, sobre todo si consigue comprador. Pero ni él ni los suyos han dejado de ser filoetarras. Sánchez lo sabe de sobra y no hay duda de que sí lo sabe. Quizá le funcione el juego por un tiempo. Pero a España no puede irle bien que se complazca a sus enemigos.

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