Pero la culpa no es mía

Pero la culpa no es mía
Pero la culpa no es mía
Heraldo

Hoy he tenido una mala experiencia. Hemos acabado el curso y los resultados de mis alumnos han sido desastrosos. 

Muy pocos aprobados; y los que lo han conseguido han obtenido unas calificaciones muy bajas. En todos mis años de docente, y ya van un buen puñado de ellos, no me había encontrado nada parecido. No me lo explico, pero tengo claro que la culpa no es mía.

Después de lo sucedido, el coordinador de la titulación que imparto me ha convocado para una reunión para hablar del tema. No entiendo muy bien por qué ni para qué pero, obviamente, he acudido a la llamada. Tras contarme cosas que ya sé, los resultados, también me ha informado de que los alumnos se habían dirigido directamente a él a lo largo del curso, y no solo en una ocasión. Eso también lo sé, le contesté. En esas reuniones, me informa, le contaron que yo apenas me fijaba en ellos, es más, que ni les miraba, y que me enfadaba cuando cortaban la clase para preguntar alguna duda. Esto también me lo han dicho a mí, contesté. Estaba claro que la reunión iba a ser muy poco productiva. Acabó diciéndome que, en mi opinión, qué pensaba yo sobre lo que había fallado, ya que en cursos anteriores no había sucedido algo similar. Como lo tengo muy claro, le expliqué que las promociones de la pandemia lo han tenido muy fácil durante los años anteriores y que, en cuanto se les presiona un poco, fallan estrepitosamente. Como no me dijo nada que no supiera, le pregunté si quería algo más y finalizó el encuentro.

A los pocos días, los representantes de los alumnos me solicitaron una reunión para hablar del tema. Parece ser que el coordinador les había informado sobre la que mantuvimos nosotros. Les dije algo similar. En resumidas cuentas, que no podían seguir pensando que el mundo lo iban a ver siempre a través de una pantalla de ordenador. Además, les indiqué que, en mi opinión, la falta de formación que exhibían de los cursos anteriores no la podíamos solventar en mi clase, así que lo que debían hacer era repasar conocimientos que se supone que ya deben tener bien consolidados. Me contestaron que esto solo les pasaba conmigo y que pensaban que ni mi trato hacia ellos ni mi forma de impartir la clase eran las mejores. Esto me indignó bastante, ya que solo faltaba que unos jovenzuelos me dijeran cómo tenía que impartir mi clase. También me indicaron que la forma de explicar determinados conceptos, que a mí me ha parecido muy novedosa, es difícil de comprender y, sobre todo, no son capaces de comprender el porqué de ello.

Cuando todo el mundo, o casi todo el mundo, critica nuestra forma de actuar no
tiene sentido encastillarse, afirmar que ‘la culpa no es mía’ y pensar que todos se equivocan y somos nosotros los únicos que tenemos la razón

Al acabar de escuchar sus excusas, les dije que intentaría cambiar algo, pero que tenía muy claro que la culpa no era mía.

El caso, por lo extraordinario, fue comentado por los alumnos a otros profesores, y uno de ellos se atrevió a decírmelo. Me preguntó si esta promoción era tan distinta a las anteriores como para que el resultado fuera tan diferente. Le dije que sí. Que vamos a sufrir unos años porque, pienso yo, su formación previa y su actitud como alumnos dejan mucho que desear y que debían cambiar y adaptarse a lo que yo les exigía. Como creo que me aprecia, me miró un poco ojiplático y me preguntó que si estaba segura, a lo que le contesté con una afirmación rotunda.

No es que me guste mucho ser protagonista de este tipo de episodios pero, de vez en cuando, una debe tener el coraje de enfrentarse a todo lo que sea necesario para, al menos en la medida de lo posible, cambiar el mundo. Así pienso yo. Estoy convencida de que las generaciones futuras me lo agradecerán. Si todos nos plegáramos a hacer las cosas de la forma convencional, nada cambiaría. No se trata solo de tener buenas ideas y de intentar llevarlas a la práctica. También creo que las formas son importantes y que, de vez en cuando, hay que dar un golpe de timón y dejar evidencias de quién dirige.

Afortunadamente todo lo anterior es una caricatura y casi ningún compañero docente es así. Pero, ¿se imaginan que la persona descrita fuera ministra de Igualdad?

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