El nuevo centro de negocios del Santander, en el paseo Independencia de Zaragoza
Work café
Oliver Duch

Los bancos quieren ser cafeterías, las cafeterías parecen panaderías y las panaderías fueron sucursales de una empresa que ahora quisiera parecerse a una ludoteca. 

Las ludotecas son guarderías, las guarderías parecen cristalerías, las cristalerías quieren ser galerías de arte y las galerías de arte parecen tiendas de ropa. Hay tiendas de ropa que parecen iglesias y hay iglesias que recuerdan a gimnasios y, desde hace un tiempo, casi todos los gimnasios se esfuerzan en ser escaparates y los escaparates aspiran a ser salas de espera de dentistas. Los dentistas parecen tiendas de compro oro, las tiendas de compro oro ahora son fruterías y ocupan, a veces, el espacio de bancos y bares. Los bares son geriátricos y los geriátricos salas de espera de aeropuertos. Los aeropuertos son centros comerciales, los centros comerciales parecen calles y las calles, con las luces encendidas, sueñan con ser centros comerciales. Las barberías parecen bares, algunos bares parecen peluquerías de señoras y las peluquerías de señoras en los primeros pisos de las casas son como las gestorías puntuales de la belleza. Las hamburgueserías son como casinos, los casinos, comedores sociales, los comedores sociales recuerdan a los bingos y los bingos son como restaurantes caros con moqueta. Los restaurantes caros tienen algo de tanatorio y hay un tanatorio en mi ciudad que fue una consejería. Las consejerías parecen concesionarios, los concesionarios parecen bancos y los bancos, ya lo hemos dicho, quieren ser cafeterías.

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