Ellas son las intrépidas

Ellas son las intrépidas
Ellas son las intrépidas
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Es ella la que, arma reglamentaria en mano, se interna sin titubear en un oscuro y laberíntico almacén. 

Y es él quien susurra a su espalda que hay que esperar refuerzos. En el mismo capítulo, ella ya había entrado por una ventana en un domicilio, mientras él, aún en el exterior, se disponía a seguirla a regañadientes, musitando que se les iba a caer el pelo, por carecer de orden judicial.

Escenas como las anteriores se atienen al nuevo patrón de la ficción policíaca. Ellas, protagonistas, son intuitivamente sagaces, inconformistas, intrépidas y hasta temerarias. No las detiene la burocracia. Ellos, en cambio, comparsas o segundones, se parapetan en los reglamentos para no actuar y carecen de un antiguo antídoto contra la cobardía: el orgullo viril que se muestra ante una mujer.

Como en las clásicas parejas masculinas del género, entre ella y él todo queda en compañerismo. No hay tensión sexual. Había más erotismo y corazón en un abrazo de Mel Gibson y Danny Glover en ‘Arma letal’. En la actualidad, el trato carnal, si llega a mayores, viene a ser un ejercicio contra el estrés, sin consecuencias afectivas. En este sentido, en general, cada vez es más normal mostrar a los personajes ejerciendo el onanismo solitario.

Además de feminismo y desmitificación del sexo, veo en todo esto una tipología social. Ella representa a quienes te atienden eficazmente en un negocio y en la Administración pública. Él, al profesional remiso, a la empresa que te responde con máquinas, o al funcionario que pone pegas, si puede, oculto tras el ordenador de su domicilio.

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