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  • EDITORIAL

Una cumbre con escasos logros

La cumbre del clima se ha celebrado en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij.
La cumbre del clima se ha celebrado en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij.
Mohamed Abd el Ghany / Reuters

Seguramente, el panorama de crisis energética y peligro de recesión que se vive en este momento no era el contexto más adecuado para que se registrasen avances importantes en la conferencia anual de la ONU sobre el clima (COP27).

 Y efectivamente, aunque ha habido algunos logros, la reunión de Sharm el Sheij ha resultado más decepcionante que esperanzadora.

El logro principal que puede apuntarse la COP27 es la decisión de crear un fondo internacional para ‘pérdidas y daños’ que, dotado financieramente por los países ricos, deberá ayudar a los más vulnerables a paliar las consecuencias del cambio climático. Aún habrá que batallar sin duda para que ese fondo se haga de verdad efectivo y operativo, pero introduce por primera vez un principio de justicia y compensación que era necesario reconocer. Positivo puede considerarse también el retorno de Brasil a la lucha contra el calentamiento global, con la presencia en la reunión de su presidente electo, Lula da Silva. Brasil es una pieza esencial en la lucha contra el calentamiento global, no solo por su tamaño geográfico y económico, sino porque alberga la principal masa forestal del planeta, que hay que proteger. Pero en Sharm el Sheij ha sido imposible arrancar compromisos más rápidos de reducción de emisiones, o concretar la necesidad de ir abandonando la quema de combustibles fósiles. Y la Unión Europea, que ha asumido el papel de impulsor principal de la lucha contra el cambio climático, ha tenido que emplearse a fondo para mantener el objetivo de que la temperatura del planeta no suba por encima de 1,5°C sobre sus niveles previos. El difícil escenario energético y económico no favorecía que se consiguiesen avances de mayor calado. Pero precisamente la crisis actual en el suministro de energía debería convertirse en el mayor acicate para que los países acelerasen el ritmo de una transición energética que a la larga tendrá efectos favorables en la economía.

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