Porque era él

Uno de los retratos más conocidos de Michel de Montaigne(1533-1592).
Porque era él
HA

Perder a un ser querido ‘mortis causa’ deja menos espacio al análisis crítico que la pérdida ‘inter vivos’, una especie de ‘muerte en vida’ que apela directamente a la responsabilidad de cada cual. 

En este sentido, las reflexiones que Michel de Montaigne escribió tras la muerte de Étienne de La Boétie me intrigan menos que las que podría haber escrito si su amistad, en lugar de durar un fulgurante lustro, hubiera decaído tras el desgaste de varias décadas.

Leo en un texto de Milena Busquets que, al igual que no tiene sentido quedarse en una fiesta en la que ya no disfrutamos, tampoco lo tiene, en el amor y la amistad, "llegar hasta el final, hasta encontrarnos con el cadáver en los brazos". Añado yo que, aparte de por lástima, o por masoquismo, se apura hasta el final porque el fracaso y la soledad dan más miedo que el cadáver en sí.

Yo atribuyo mis pérdidas a que vivo por encima de mis posibilidades, empeñado en tratar con personas mejores que yo, más guapas, más inteligentes, más bondadosas. Semejante asimetría hace que, antes o después, el montaje se venga abajo. De modo que los abandonos de los que me creo víctima son actos de liberación, para mis ‘partenaires’ en la representación, y también para mí. Dar el pego todo el tiempo es insoportable.

A la postre, solo el ‘amor ciego’ palía nuestra soledad de origen y de destino. Me refiero a esa "fuerza inexplicable" a la que aludió Montaigne, cuando, refiriéndose a La Boétie, su amigo fallecido, escribió que "si me preguntan por qué le quería, siento que solo puedo responder: porque era él, porque era yo".

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