Cuatro victorias no son la victoria

Tropas ucranianas en el área de Khersón, Ucrania.
Cuatro victorias no son la victoria
EFE/Stanislav Kozliuk

A pesar de haber sido anunciada por el propio alto mando ruso y, en teoría, de haber sido preparada con tiempo, la retirada de Jersón ha debido de ser bastante más caótica de lo que le hubiera gustado a Moscú. 

Y con ella Rusia suma ya cuatro grandes derrotas en su injustificable y temeraria invasión de Ucrania. A principios de abril tuvieron que desistir de la conquista de Kiev; el 14 de ese mismo mes, vieron cómo se hundía el buque insignia de la flota rusa en el mar Negro, el ‘Moskva’; en septiembre, los ucranianos consiguieron apartarlos de Járkov y recuperar una buena porción de su territorio en el Donbás, y ahora los rusos pierden la única capital de provincia que habían ocupado y su cabeza de puente en la orilla derecha del Dniéper. Entre las muchas consecuencias perjudiciales que esta guerra en la que innecesariamente se embarcó Putin va a tener para Rusia, una ya muy notoria es la pérdida del prestigio de sus Fuerzas Armadas. Con la lejana aureola de la victoria en la Segunda Guerra Mundial, con algunos éxitos recientes en operaciones de menor envergadura y con mucha inflada propaganda sobre su novedoso armamento, Putin aspiraba a hacer a Rusia grande de nuevo por la vía militar. Pero en Ucrania se ha topado con la realidad de un Ejército ineficaz y muy mal organizado. El tirano moscovita pecó de arrogancia. Convendría que ahora las victorias no se le subieran a Zelenski a la cabeza, porque la arrogancia cambia fácilmente de bando y suele producir semejantes resultados. Ucrania ha ganado grandes batallas, ¿pero está en condiciones de ganar la guerra?

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