La política de la bilis sufre una derrota

Las elecciones en Brasil dieron la victoria a Luiz Inácio da Silva.
Las elecciones en Brasil dieron la victoria a Luiz Inácio da Silva.
Joédson Alves / Efe

Hay quien suma la victoria de Da Silva en Brasil a las que han obtenido en los últimos tiempos en Iberoamérica otros candidatos izquierdistas. Se estaría dando así un giro general a la izquierda en ese continente.

Pero poner a Lula en el mismo cesto que a López Obrador, Cristina Fernández de Kirchner o Pedro Castillo, me parece que es como sumar peras con manzanas. Lo que predomina en muchos países iberoamericanos en este momento, no en todos, claro, es la impericia en la gestión y la demagogia populista. Muy de izquierdas, eso sí. Pero Da Silva ha ganado las elecciones con un planteamiento más moderado, como prueba que llevase en su papeleta, como candidato a vicepresidente, a un católico que fue fundador del centrista Partido de la Social Democracia. Y el primer paso de Da Silva por la presidencia de Brasil, entre 2003 y 2010, supuso un salto adelante para la modernización del país. En todo caso, el desalojo de Jair Bolsonaro del Palacio de la Alvorada -una interesante obra arquitectónica, por cierto, diseñada por Oscar Niemeyer-, como hace dos años la salida de Trump de la Casa Blanca, significa una derrota de la política biliar. Bolsonaro, igual que Trump, representa la excitación de las bajas pasiones, la apelación a las vísceras y la exclusión absoluta del adversario político. La grosería y la virulencia del discurso rayan siempre con la violencia efectiva. La política democrática requiere cabeza y corazón. Pero si lo que predominan son los hígados, si se da rienda suelta a las emociones más primarias, entoces, mal camino. La política de la bilis ha sufrido en Brasil un revolcón, estamos de enhorabuena.

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