Nueva etapa en Brasil

La victoria en las elecciones del domingo de Lula da Silva, ajustada pero clara, pondrá fin en Brasil a los cuatro años de la convulsa presidencia de Jair Bolsonaro, quien con su retórica exaltada y virulenta ha exacerbado las divisiones políticas en el país llevándolo a un grado de polarización muy peligroso. 

Bolsonaro debe reconocer cuanto antes la victoria, en buena lid democrática, de su rival y facilitar una transición ordenada que abra una nueva etapa.

Entre grandes tensiones, las elecciones presidenciales han dado el triunfo al candidato del Partido de los Trabajadores. La victoria de Da Silva ha sido saludada por la comunidad internacional, empezando por el presidente estadounidense y por la Unión Europea, que le dan pleno valor democrático. Es una mal síntoma que el presidente saliente se resista a admitir su derrota, después de haber puesto en duda, de manera temeraria, la limpieza del procedimiento electoral. Sería un gran error, que pondría a Brasil al borde de un estallido violento, que Bolsonaro pretendiera, de manera ilegítima, mantenerse en el poder. La presidencia de Bolsonaro, con sus formas autoritarias, sus coqueteos con la violencia y su ideología hipernacionalista ha acentuado hasta el límite la polarización de un país en el que las desigualdades sociales son abrumadoras, y ha facilitado la degradación de un entorno, la Amazonia, que es fundamental para el equilibrio del planeta. Lula, sobre el que pesan sospechas de corrupción, a pesar de que el juicio que lo llevó a prisión fue después anulado, tendrá que hacer lo posible para cicatrizar heridas y suavizar los enfrentamientos, a la vez que combate la pobreza. A pesar de su bagaje izquierdista, su anterior paso por la presidencia, entre 2003 y 2010, estuvo marcado por la moderación y por algunas políticas sociales acertadas. Pero eran momentos de intenso crecimiento económico, mientras que en esta ocasión la economía brasileña atraviesa serias dificultades, lo que hará su tarea más complicada.