El rito de abuchear

Pedro Sánchez durante el acto oficial por el Día de la Hispanidad.
El rito de abuchear
E. P.

Los abucheos a Pedro Sánchez en el Día de la Fiesta Nacional son un hábito que se ha cebado con los dos últimos presidentes del gobierno socialistas. 

"Forman parte del rito", llegó a afirmar José Luis Rodríguez Zapatero, ocupando dicho cargo. Tales palabras constituyen una irresponsable condescendencia. Una cosa es tolerar los abucheos, más propios de una partida de caza que de la vida social, y otra, darles carta de naturaleza política, como se pretende de las incívicas pitadas al himno nacional.

Para estar de acuerdo con lo anterior, en ningún caso es preciso admirar al maravilloso prestidigitador que está logrando salvar los muebles del país, como creo que, en general, lo hicieron sus antecesores en el puesto. De modo que, quienes tienen a Sánchez por un político nefasto, a la vez, pueden entender que hay ocasiones en las que abuchearlo es atacar al conjunto de la sociedad, como lo es, y más grave, el absentismo institucional del lendakari y del presidente de la Generalidad.

Refiriéndose a la fiesta nacional francesa del 14 de julio, dice el verso de Georges Brassens, en la versión de Paco Ibáñez, que "la música militar nunca me supo levantar". Algo así me pasa con nuestro 12 de octubre, por sus connotaciones colonialistas. Brassens optó por quedarse ese día en la cama. En cambio, yo acabo sumándome al relato de amor a España, una de esas ‘emociones políticas’ de las que ha tratado la filósofa Martha C. Nussbaum, tan valiosas para la democracia liberal, que no solo de razones se nutre. Lo que me pregunto es qué celebran ese día los abucheadores.

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