Crear como el primer día

Crear como el primer día
Crear como el primer día
Pixabay

La creación está prohibida en gran parte del mundo. 

Crear es como creer pero con ‘a’: el baile de una vocal vale un mundo o dos. La creación da miedo o produce inquietud. Y si no da miedo o produce inquietud, no es creación; es recreación. Miedo e inquietud en sentido sano, eso sí. La creación del primer día produjo un estallido incomparable (al menos hasta que a Putin se le vaya la mano. A Putin o a quien sea, que todo es muy confuso y muy automático). Del gran estallido que está ahora de moda, el ‘Big bang’, puede venir esa rémora de que la creación da miedo o causa inquietud: en tanto en cuanto evoque o recuerde aquella remotísima y cegadora primera vez. Tanto el origen que proponen las diversas religiones en sus múltiples temporadas y episodios como las hipótesis sugeridas por la ciencia (y creídas con la misma fe que antes profesábamos a las anteriores), todas entrañan un gran susto, un demiurgo, un temblor. Si no, de qué nos íbamos a acordar a estas alturas, con la de cosas que pasan. Y más en Aragón, campeón de la espera en general. La creación, aunque sea un poema de dos líneas o un garabato casual –pero nada es casual–, siempre da algo de miedo o inquietud. La creación está prohibida en gran parte del mundo. O quizá en todo el mundo. Y si no está expresamente prohibida, está mal vista, es sospechosa. Este recelo viene de ese origen (que quizá no lo hubo pero eso sería otro cantar y otro callar), y de pensar o presentir que si un poema da con la fórmula pueda empezar todo de nuevo. Con el gasto que supone.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión