Cambio climático
Los glaciares del Pirineo están viviendo su año más catastrófico, tanto el del Aneto, como el de Monte Perdido y el de la Maladeta. Mientras tanto, en Teruel, el pino silvestre, la especie arbórea más extendida en la provincia, está sufriendo una importante regresión que los expertos atribuyen al aumento de la temperatura que está trayendo consigo el cambio climático, especialmente en los meses de verano. Son las últimas manifestaciones en Aragón de un problema que representa el mayor desafío que tiene ante sí la humanidad, pero que la población parece haber interiorizado. El combate contra la crisis climática necesita habilidad política para organizar y ejecutar la transición necesaria y hacerlo sin generar un reguero de víctimas colaterales.
Después de sufrir uno de los veranos más calurosos y secos desde que hay registros, Aragón constata en otoño otras inquietantes consecuencias del cambio climático, desde la pérdida de superficie y de espesor de hielo en los pocos glaciares que aún quedan en la Comunidad hasta una regresión en altura de unos 300 metros en la masa forestal turolense, durante el último cuarto de siglo, hasta llegar a desaparecer en algunas zonas. Estos hechos avalan la advertencia global que vienen haciendo los científicos de que, en cierto modo, el planeta está entrando en terreno desconocido y sin demasiadas certezas sobre su evolución a medio plazo.
La comunidad internacional está implementando una transición ecológica que hay que acelerar, entendiendo siempre que solo a través de la llamada ‘transición justa’ podrá combinarse la garantía de la sostenibilidad y el compromiso de la ciudadanía con las medidas que exige. Es preciso repensar el sistema en su conjunto para pasar del actual modelo a otro que satisfaga las exigencias medioambientales, pero también económicas y sociales.
