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El abanico de marfil

Ofrenda de Frutos 2019.
Manto de flores de la Virgen del Pilar tras la ofrenda de 2019.
Toni Galán

La joven se levanta muy temprano, dispuesta a cumplir como ha aprendido desde niña el mismo ritual. Lleva grabado en el corazón el recuerdo de uno de sus seres más queridos. Es una ausencia que tiene siempre muy presente desde su desaparición hace dos años, pero especialmente en esta jornada del Pilar.

Por primera vez desde que tiene uso de razón, no desfilará del brazo de su querida abuela con el ramo de flores y el abanico de marfil tallado que ha pasado de generación en generación. El virus capaz de sembrar la desolación por todo el planeta también se la llevó sin poder darse ni siquiera un abrazo de despedida. Pero ha decidido que su recuerdo sea el motor de este día del Pilar. Así que está dispuesta a cumplir cada uno de los ritos que durante tres décadas hizo junto a ella, todos ellos cargados de una gran potencia sentimental: se viste con primoroso cuidado y se cubre con el mantón de Manila heredado de sus antepasadas, toma el café con churros recién hechos y aguarda su turno para entregar su ofrenda a la Virgen. En ese momento, lanza una mirada al cielo y susurra: "Estas flores son también para ti, abuela". En su pequeño homenaje incluye a aquellas otras personas que tampoco tuvieron a nadie junto a su lecho de muerte en su despedida, ni quienes les lloren ni les echen de menos en estas fechas tan señaladas. Después, visita la basílica y va a la plaza de Santa Marta con sus seres más queridos a tomar el vermú. Mientras cumple con la tradición, se siente feliz de ser el eslabón de una cadena que tiene nuevo engarce: una niña se vuelve desde la sillita que empuja para lanzarle una sonrisa mientras despliega con gracia el abanico de marfil.

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