Labordeta en Madrid

Preestreno del documental sobre Labordeta en Madrid
Labordeta en Madrid
Alberto Morales

Ir a ver a José Antonio Labordeta doce años después de su muerte y fuera de Aragón es, sin duda, un ejercicio de temperatura. 

Con la memoria, la distancia, la política, España, las nuevas generaciones o el mundo App de la Play Store. Llevaba el documental ‘Un hombre sin más’ estrenado apenas una semana, y acudí a los cines Golem de Madrid con reservas por si me iba a encontrar un erial por el que campar con mis recuerdos de un Aragón en el que residía, y de una vida ya más ajena que solo me importa a mí porque solo yo la conozco, deformo y alimento. Como venía con las entradas compradas por internet y tuve que esperar un rato junto a la taquilla, pude ver a varios espectadores que compraron in situ pases para el documental. Había de todo: nostálgicos del Canto a la libertad bailado cogidos de la mano, las izquierdas en versión prototipo a la venta y un puñado de chavales jóvenes de estos a los que, como en los acordes de algunas nuevas canciones de autor, aún les supura una manera de estar en el mundo que se extingue.

El documental se proyectó en silencio porque es ese uno de los benditos cines donde no se deja comer, pero fueron irreprimibles los tarareos de algunos espectadores al proyectarse de fondo algunas de las canciones más famosas de Labordeta. La obra, que aporta de forma especial e incomparable el camino del hombre por los recuerdos y la sinceridad de las mujeres que le acompañaron, se proyectó con una sensación de respeto y nostalgia que, honestamente y más allá de mí, invadió la sala. Aragón (que es Labordeta) fuera de Aragón se respira de otra manera porque al interés no se le superpone el hecho de compartir tierra. La gente va para conocer y acercarse a lo no impuesto y ajeno; y en cierto modo se te lleva con ellos.

Me gustó, como gran valor exiliado de aquello de la masculinidad frágil, el hilo conductor de la derrota que el cantautor sentía o que directamente padeció, y que reflejó en su diario personal. La intimidad honesta de las opciones erróneas, el fracaso, la pérdida; esos momentos en el agujero que no nos interesan para una biografía o una cita. Bajones sin diagnóstico en defensa que no van más allá de la vida, y que están también en los hombres y mujeres de los que siempre se espera algo pero que son, en fin, hombres y mujeres, sin más.

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