Educación de calidad y pobreza

Educación de calidad y pobreza
Educación de calidad y pobreza
Heraldo

Es de sobras conocido que aquellos niños y niñas que nacen y se crían en ambientes desfavorecidos (inmigrantes, parados, familias monoparentales con reducidos recursos, etc.) tienen más dificultades para ascender en la escalera social que supone una educación de calidad, para todos. 

Algo así se dice en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) núm. 4.

La pandemia acrecentó las desigualdades. La escuela a distancia tuvo sus altibajos y no alcanzó de la misma forma a los ricos que a los pobres. Unicef denunciaba hace un año que 200 millones de niños y jóvenes del mundo vieron mermado el derecho universal a la educación. Las acuciantes necesidades materiales de las familias más pobres les impidieron poner el foco más allá de la supervivencia. Mal que nos pese, la educación todavía es un escenario de segregación, no de igualación.

El fracaso escolar afecta más intensamente a aquellos niños y niñas que provienen
de entornos familiares desfavorecidos

En septiembre leímos el informe de Esade (Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas) sobre fracaso escolar en España, que utiliza datos de 2016-2017 (antes de la pandemia). La noticia pasó desapercibida, sepultada por los problemas económicos y energéticos; además, coincidió con los fastos del recambio de la monarquía británica. El informe, que se refiere a la Comunidad de Madrid, alerta también de la alta tasa de abandono escolar de España y recalca que el fracaso afecta más al alumnado de bajo nivel socioeconómico. Se fija en dos predictores para su diagnóstico: el rendimiento académico del estudiante (en Lengua, Inglés y Matemáticas) y la repetición de curso. Después discrimina la búsqueda por género y por nivel educativo de las familias. Pero nos quedamos con un dato tremendo que sí fue noticia en los medios: las diferencias en el rendimiento de esas materias equivalen a casi dos años de escolarización a favor de los escolares de alto nivel socioeconómico.

En el mismo mes, Save the Children nos presentaba su informe ‘Repetir no es aprender. Mitos desmentidos y alternativas posibles a una práctica ineficiente e inequitativa’. Hay que leerlo despacio pero en su título ya da pistas de la situación en España; además cuantifica el coste económico. Sobre la misma cuestión insiste desde hace tiempo Unicef España y por eso reclama un pacto de Estado por la educación. Si se consiguiese, ayudaría al retroceso de las desigualdades y la reducción de las repeticiones en la educación obligatoria; además impulsaría una Formación Profesional que dotase al país de los especialistas que los nuevos tiempos exigen.

Parece fuera de duda que el abandono escolar temprano, las repeticiones y el ‘no éxito’ escolar de una parte del alumnado son una consecuencia del inadecuado sistema educativo (no de los escolares que no alcanzan los niveles exigidos) pero también de debilidades familiares. Sabemos que en algunas comunidades se han empleado recursos en atender al alumnado rezagado o con diversas disfuncionalidades. Pero por lo que afirman Oxfam, Save the Children, Unicef y Cáritas no ha sido suficiente. A ver si a nuestros políticos les da tiempo de abordar la justicia educativa antes de que se rompa la legislatura. Se puede si se piensa en el bien común, si se dedican recursos económicos y educativos para detener el aumento de las desigualdades según el entorno familiar. Para eso sirven iniciativas como el prometido apoyo a las familias vulnerables del Gobierno de Aragón o las del departamento de Asuntos Sociales (IMV y complementarias); así como las ayudas del Estado, ayuntamientos, entidades privadas y sociales a las familias de bajos ingresos con hijos a cargo. No son un gasto sino una inversión.

El sistema educativo tiene que poner
los medios para compensar estas desventajas y contrarrestar las desigualdades

Entre todos hay que conseguir que el fracaso y el abandono escolares no se hagan endémicos en España. Necesitamos una escuela más motivadora; con apoyo parental, tutorías reales, más recursos para los departamentos de orientación y un seguimiento escolar personalizado de los más vulnerables.

Por cierto, el 19 de septiembre se inició en Nueva York la Cumbre sobre la Transformación de la Educación. Los días 23 y 24, el IV Congreso Internacional de Innovación Educativa en Zaragoza. Nuestras escuelas, más ahora que están ocupadas en desentrañar la Lomloe, se preguntan si las propuestas de acción que salgan de esos eventos se generalizarán en Aragón y llegarán a tiempo de salvar las inequidades educativas.

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