Por
  • Francisco Marco Simón

La visión del otro

Ford visitó Zaragoza en 1831.
Ford visitó Zaragoza en 1831.
Librería Catedral

Richard Ford fue un viajero inglés que recorrió España entre 1830 y 1833. Sus vivencias, menos conocidas que las de George Borrow, se contienen en un libro apasionante: ‘Manual para viajeros por España y lectores en casa’ (Londres, 1844). 

En su visita a Zaragoza, entre el 17 y el 20 de octubre de 1831, Ford recogió apuntes de gran interés sobre el culto del Pilar que, más allá de excesos retóricos o inexactitudes puntuales, ejemplifican la visión de un escritor protestante de sólida formación oxoniense acerca de un culto interpretado en el horizonte de la mariolatría y del politeísmo antiguo.

«Zaragoza es la ciudad de peregrinación de Aragón, ya que todo el mundo concurre allí (…) para ver el Pilar y la imagen que bajó del cielo, como el Palladium de Troya (Pausanias, I, 26, 6) (…). De la misma manera que los castellanos habían adoptado a Santiago para el papel de su Hércules, los aragoneses escogieron a la Virgen para el de su Astarté».

Tras aludir a la historia de la llegada del apóstol Santiago y la llegada de la Virgen contenida en la ‘España Sagrada’, XXX, 426, continúa: «Estos pilares o ‘Baitulia’ (‘Bethel’, la casa de dios) son decididamente orientales: compárese el de la ‘madre de los dioses’ de Acrocorinto (Pausanias, II, 46), el que fue dado a Minerva en Kysicos (‘Anth. Anath.’ VI, 342) o el dorado de Juno en Crotona (Livio XXIV, 3)».

«El ‘Sancta Sactorum’, o Capilla del Pilar, está situado en el centro de la catedral (…). El material (…) es del más puro alabastro, como lo prueba la mano de Santiago, limpia por devotos de besos, al igual que la barba de Esculapio (Cicerón, in ‘Ver.’ IV, 43) (…). Las mujeres tienen la entrada expresamente prohibida, como en el templo de Hércules en Gades (‘Sil. It.’ III, 22). (…) Aquí, aunque los nombres y atributos de la Virgen son numerosísimos, el resultado, como ya fue descrito por Apuleyo, es una sola mariolatría (…) (‘Met.’ XI, 241). (…) Hasta cincuenta mil peregrinos se cuenta que han llegado de una vez a Zaragoza. Su santuario está rebosante de (…) ‘pagani’, que se sientan y se arrodillan y rezan (…) como los ‘contadini’ de Roma».

«El himno de batalla contra los invasores decía así: “La Virgen del Pilar dice / Que no quiere ser francesa, / Que quiere ser capitana / De la gente aragonesa”. Esta coplilla, tan poco compatible con la reverencia debida a la Reina de los Cielos, es exactamente la misma degradación que Plutarco (de ‘Pyth.’ VII, 604. Reiske) tanto lamentaba (…)» respecto «a la madre pagana de los dioses (…). Incontables son los cojos, los ciegos y los tullidos que se arraciman en torno a su santuario, como en torno al de Minerva (Marcial IV, 53)».

«Alrededor de todo el santuario hay tabletas votivas suspendidas, ‘Anathémata’ (véase Ovidio, ‘Fastos’, III, 268), que consisten, como en Oriente (1 Samuel, VI), en ofertas de modelos de los miembros afligidos y curados por la Virgen, esto es, ojos, narices y piernas (…). También se venden toscos grabados del descendimiento de la Virgen, que, colgados en dormitorios, entre otros ‘Dii Cubiculares’, atraen a Morfeo y expulsan a Satanás y las pesadillas».

«El culto a Isis, Astarté, Salambó y Diana, invento del sexual oriental, fue injertado en tierra ibérica por sus colonizadores fenicios, y se adapta mejor a las latitudes del sur que a las norteñas. Y de aquí que el marianismo sea la religión de la mayor parte de los españoles».

En consonancia con la visión romántica de una España pintoresca y sublime que oscila «entre Europa y África, entre la civilización y la barbarie», Ford -para quien Beethoven compusiera un breve ‘Allegretto’ para cuarteto de cuerda en B menor durante su visita a Viena en 1817- presenta un análisis denigratorio del culto mariano, comparado con el de diversas diosas paganas. Viajero fascinado y crítico a un tiempo con una realidad cultual distinta, para Richard Ford «los modernos mártires de Zaragoza son esos bravos campesinos que lucharon y murieron como hombres (…) durante los dos sitios que han hecho de Zaragoza una ruina, pero inmortal en su gloria». Al leer las páginas escritas por Ford sobre el culto del Pilar, Edward Said diría que estamos ante un ejemplo más de orientalismo, tamizado en este caso por una insólita erudición comparativa.

Fancisco Marco Simón es catedrático emérito de Historia Antigua de la Universidad #de Zaragoza y miembro de la Apeuz

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