Caos fiscal

Oficinas de la Agencia Tributaria en Zaragoza.
Oficinas de la Agencia Tributaria en Zaragoza.
Guillermo Mestre

Deflactar la tarifa del IRPF; no deflactarla. 

Deflactar sólo la parte autonómica. Ellos deflactan; otros no deflactan. Suprimir patrimonio. Recentralizar. Armonizar. Reducir sucesiones. Aquí no. Allí sí. Etcétera, etcétera.

Se ha abierto el melón de la situación fiscal en España. Tiene toda la pinta de ser un caos, y en todo caso parece que no es todo lo justa y constitucional que debería. (art. 14 CE. Si todos los españoles somos iguales ante la ley, ¿por qué un ciudadano aragonés ha de pagar por sucesiones diez veces más que un ciudadano de Murcia, por recibir la misma herencia? Vean la tabla publicada por ‘Expansión’ el pasado día 20).

Desde la verdadera y profunda reforma fiscal que llevó a cabo el ministro Fernández Ordóñez, a partir de la cual los españoles empezamos a pagar impuestos y a comprender su utilidad, la fiscalidad española ha sido tan toqueteada, modificada, revisada y manipulada por los diferentes gobiernos de tal manera que hoy ya no la reconoce ni la madre que la parió. Por cierto, no hay que olvidar que también por entonces (1977) se estableció el impuesto extraordinario sobre el patrimonio, con carácter «excepcional y transitorio», aunque años más tarde se convertiría en definitivo. Añádase el asunto de los impuestos cedidos a las comunidades autónomas y la capacidad de estas de organizar su propio sistema fiscal, influyendo y pudiendo intervenir en los diferentes impuestos, incluso con deducciones de hasta el cien por cien. Es lo que han hecho algunas comunidades autónomas, con gran cabreo del gobierno central y en especial de alguno de sus ministros, que proclaman la necesidad de una ‘recentralización’ que choca directamente con los estatutos de las comunidades y sus competencias (legales) fiscales.

Pero algo habrá que hacer, porque las diferencias de trato que reciben los ciudadanos españoles en función de sus lugares de residencia y de la filosofía o ideología de los partidos que gobiernan en las autonomías empiezan a no ser de recibo, además de crear una competencia interregional que no siempre puede ser prudente. Impuestos como el ya citado de patrimonio, que apenas existe ya en el mundo, o el de sucesiones, obsoleto, injusto y confiscatorio (¿quizá inconstitucional?), alteran con sus diferentes criterios de aplicación la normalidad e igualdad de trato fiscal que debería existir en España.

No se trata, ni mucho menos de recentralizar, pero sí de conseguir una normativa armónica. Quizá sea el momento de abordar una nueva y renovada reforma fiscal, acompañada de la ordenación de la financiación de las comunidades autónomas. Este sería otro de esos pactos de Estado de los que tan necesitado está este país pero que, hoy por hoy y dada la inexplicable y cuasi violenta tensión y hostilidad existente entre los principales partidos, no parece posible. Mientras tanto, y a la espera de mejores tiempos -y de mejores gobernantes- seguiremos viviendo en este caos fiscal y soportando esas peleas que más parecen de verduleras. Con todos mis respetos a las verduleras.

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