La fiesta del IVA

Imagen de archivo.
La fiesta del IVA
PIXABAY

En plena inflación, se celebran los continuos y prorrogables recortes del IVA promovidos por el Gobierno sobre los bienes esenciales. 

Una solución exprés que ahora también piden las grandes cadenas de supermercados para abaratar el coste de la compra, cada vez más disparado en un país con sueldos congelados. El PSOE ha montado la fiesta desde la izquierda en un ejercicio similar al guateque de un suicida. Brindar mientras te roban la casa. Tarta de cumpleaños mientras te vacías de ideología. Se escucha de fondo un descorche de cava a cada prórroga del recorte, a cada corsé tributario.

Solucionar desde la izquierda con recortes de impuestos los excesos de coste sobre bienes de consumo esenciales producidos y distribuidos por gigantes empresas privadas, resulta de una incongruencia que es testimonio de un proceso arrastrado durante años donde ciertas posiciones ideológicas, desde los partidos, muestran a cara descubierta lo descafeinado e hipócrita de las políticas que están dispuestos a acometer.

La algarabía jocosa ante cada recorte tributario para ‘solucionar’ las crisis apuntala en la sociedad una idea peligrosa: el impuesto es el enemigo, una cosa molesta y obligatoria. Ello, unido a un discurso imperante donde no prima la idea de los impuestos como fuente de financiación de los servicios públicos, generan en la sociedad el vicio de pensar que a cada tributo recortado o eliminado, se carga con un peso menos en la mochila. Cuestión verdaderamente interesante en estos tiempos en los que, por ejemplo, es habitual escuchar las quejas por lo difícil de conseguir cita con el médico o el hacinamiento de los estudiantes en los colegios e institutos públicos.

Bien es cierto que sería injusto achacarnos solo al populacho los sueños húmedos del impuesto en oferta; y que sus señorías deberían explicar con más ahínco por qué si se pagan tributos, los servicios públicos cada vez son peores. Pero claro, si ya desde la izquierda se está vaciando la riqueza común para no molestar a las minorías adineradas, como para exigir discursos maduros o el fin de estructuras parasitarias con las necesidades de todos. Lo pagaremos con mayor desigualdad: sanidades y escuelas públicas desbordadas, techos de cristal. El ascensor social: en caso de incendio, vaya por la escalera.

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