Director de HERALDO DE ARAGÓN

‘Ranking’ universitario

‘Ranking’ universitario
‘Ranking’ universitario
Pixabay

Nos mostramos seducidos por los ‘ranking’. 

Saber dónde estamos, el orden que ocupamos en una relación mayor, constituye una referencia insalvable que ha terminado por contagiarse a todos los órdenes de la vida. Apreciadas y denostadas a partes iguales, las clasificaciones fijan un criterio de selección, una valoración del que las universidades españolas tampoco se libran. La Universidad de Zaragoza, sin ir más lejos, ofrece en su página web su posición en tres importantes evaluadores, confirmando la necesidad de someterse a un estándar internacional que resulte reconocible. La fotografía, que no es especialmente seductora, resume la actual proyección de la Universidad.

De entre todos los ‘ranking’ es el de Shanghai el que cuenta con mayor prestigio y, un año más, vuelve a estar encabezado por centros de reputación mundial como Harvard, Standford, el Massachusetts Institute of Technology (MIT) o Cambridge. Son muchas las excusas que ofrece el mundo universitario español para no aparecer en los primeros puestos de un listado que sopesa, entre otros criterios, el número de premios Nobel con que cuentan estos centros. Puede que toda comparación resulte injusta –tal vez no–, aunque, tal y como explicaba hace unos días en estas mismas páginas la catedrática de la Universidad de Zaragoza Ana Isabel Elduque, "los profesionales externos, auténticos expertos en muchos temas, apenas tienen cabida en nuestra universidad. El carácter público de la universidad española se toma como un valor en sí mismo, acusando de mercantilismo la búsqueda de mecenazgos externos, olvidándose de que esas prestigiosas universidades logran una gran parte de su enorme financiación precisamente de esas fuentes".

Las clasificaciones internacionales dejan fuera de los primeros puestos de excelencia y prestigio a las universidades españolas

La universidad debería ser la referencia indiscutible del conocimiento de una región. Lugar de intercambio de ideas y proyectos, los centros universitarios han actuado durante las últimas décadas como un maravilloso ascensor social que ha concedido la oportunidad a miles de personas de mejorar su trayectoria vital mientras contribuían a elevar el nivel de todo un país. El papel de la universidad hacia fuera, hacia la sociedad, como institución que incorpora laboralmente a miles de jóvenes, resulta indiscutible, aunque queda en cuestión su capacidad para retener e incorporar el talento que, precisamente, puede transformar toda una Comunidad.

En un mundo globalizado, donde la movilidad se ha convertido en un valor, convertirse en un polo de atracción o amarrar al territorio a aquellos que tienen la capacidad de asumir y participar en cualquier proceso de cambio, exige contar con múltiples palancas. Habituados a la evidencia de que son muchos los que se marchan de la Comunidad es descorazonador saber que algunos de los que salen se ven obligados por la falta de oportunidades o porque el nuevo escalón que exige su formación (como en el caso de muchos másteres) no se encuentra en el territorio. Un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona señalaba que uno de cada cuatro universitarios nacidos en Aragón termina haciendo las maletas. El dato, superior a la media nacional, habla, en más de un caso, de la falta oportunidades y de la pérdida de tiempo, esfuerzo y dinero que esto implica para la universidad y la Comunidad.

Frente a una competencia global, y mientras se retiene y atrae el talento, es necesario seguir formando a miles de jóvenes

Una universidad poderosa, en contacto con la actividad empresarial y convertida en una incubadora de pensamiento es, por sí misma, un valor para un territorio. El distrito universitario único, que prima la movilidad de los estudiantes que ingresan en la universidad (sin una EVAU común para toda España y sin un vigoroso sistema de becas este propósito queda adulterado), pierde buena parte de su sentido cuando lo que prioritariamente buscan las familias es un acceso y no la selección de un centro por su prestigio académico.

Comenzado el curso, los 30.000 alumnos de la Universidad de Zaragoza, y los más de 3.000 que suma la Universidad San Jorge, se enfrentan ante el reto de lograr una formación de calidad que les permita obtener una salida profesional. Para ello, además de recursos, es imprescindible que las universidades incorporen muchas de las herramientas que ya utilizan sus principales competidores. 

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