Director de HERALDO DE ARAGÓN

Primer movimiento

Lola Ranera, durante el acto de presentación de su candidatura.
Lola Ranera, durante el acto de presentación de su candidatura.
Oliver Duch

La decisión de que Lola Ranera se convierta en la candidata del PSOE al Ayuntamiento de Zaragoza sirve las necesidades de la formación cualquiera que sea el resultado de las elecciones. Convertida en la opción más fiable, la principal dificultad a la que se enfrenta la portavoz socialista reside en las dudas que su elección, primarias mediante, despierta en algunos sectores de su partido. Ranera ofrece la imprescindible lealtad y la segura ausencia de sobresaltos que exige la mirada orgánica del secretario regional, Javier Lambán. Escarmentado ante la exigencia de autonomía que reclamó y terminó aplicando la hoy ministra de Educación, Pilar Alegría, con el respaldo de Ferraz, cuando fue cabeza del cartel municipal del PSOE, Lambán no desea un candidato alejado del aparato del partido. Sería un absurdo decir que Ranera no cuenta con posibilidades de alcanzar la alcaldía –Jorge Azcón tampoco ganó en la anterior cita electoral–, pero lo que su elección garantiza, además de una lista con una fuerte presencia orgánica, es la estabilidad del día después en el PSOE zaragozano tras los comicios. Lambán, como él mismo expresó a finales de julio, insiste en tomar sus propias decisiones sin injerencias de Ferraz, convencido de que su autonomía es su principal valor político y electoral, además de un derecho al que no está dispuesto a renunciar.

De lo que no hay duda alguna es de que nadie dentro del PSOE levantará la voz tras el paso dado por Ranera. Desde la dirección nacional no se va a expresar ninguna crítica y, menos aún, recién inaugurada la carrera electoral. El mensaje de unidad es claro y, sea o no Azcón el candidato popular a la alcaldía, una incógnita aún por despejar, se observará un cerrado apoyo. El gran obstáculo de Ranera es, pese a todo, el calendario oficial de las primarias socialistas. El anticipado anuncio de su candidatura concede un generoso tiempo extra a Azcón para madurar su decisión, aunque Ranera tendrá la oportunidad de aprovechar la próxima celebración en Zaragoza del Consejo Político Federal del partido, que contará con la presencia de Pedro Sánchez, para reforzar el respaldo procedente de Madrid.

Uno de los problemas del PSOE, que permite comprender el papel que está desempeñando Ranera, es el limitado banquillo del que disponen los socialistas. Descubrir un mirlo blanco es siempre muy complicado: acostumbran a descubrirse fallidos, mientras tampoco resulta nada sencillo encontrar un candidato con el suficiente tirón electoral entre las filas del partido. El peso de la campaña al Ayuntamiento de Zaragoza, en consecuencia, contará con una fuerte presencia de Lambán. Sea contra Azcón o contra su sustituto, el PSOE no renuncia a recuperar Zaragoza (la cita del próximo 17 con Sánchez es una clara muestra de esta voluntad), al igual que se sigue considerando a Lambán como el mejor de los candidatos posibles para retener el Gobierno regional.

Lola Ranera no lo tendrá nada fácil. Definida como una pieza de partido, deberá construir un relato político propio que demuestre su capacidad para rivalizar con el PP a la vez que logra movilizar a los votantes de izquierda sin incurrir en severas tutelas. La sensación de cambio de ciclo, reflejada en las encuestas, ayuda a comprender la complicación de una candidatura que debe dotarse de la condición de alternativa.

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