Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

La reina del poder suave

La reina del poder suave
La reina del poder suave
Krisis'22

Da cuenta el historiador anglo-holandés Ian Buruma de la fascinación que durante varios siglos ha ejercido Inglaterra sobre muchos intelectuales europeos, empezando por Voltaire y acabando por Isaiah Berlin. 

En ‘Anglomanía’ explica que todos ellos admiraron la tolerancia y el sentido de ‘fair play’ de la sociedad británica. Por ello, Gran Bretaña ha sido puerto de acogida para los refugiados de muchas purgas y tiranías: hugonotes en el siglo XVII, aristócratas después de la Revolución Francesa, revolucionarios a partir de 1848, judíos desde el siglo XIX… También acogió a cientos de españoles que huyeron en 1814 cuando Fernando VII repudió la Constitución de Cádiz. Un precursor de esta inmigración española a Inglaterra fue el escritor sevillano José María Blanco White, cuyas ‘Cartas de España’ fueron publicadas justamente hace doscientos años. A todos les atraía, no tanto los valores de igualdad y fraternidad, como el de la libertad.

Escribe Buruma: "Los ingleses, a juicio de Voltaire, eran el único pueblo de la tierra que había limitado el poder de los reyes oponiéndose a ellos. Bajo la forma inglesa de gobierno -decía-, los monarcas tenían todo el poder para hacer el bien y se veían impedidos a hacer el mal". Lo cierto es que el filósofo francés pintaba un panorama demasiado idílico. Pero no es menos verdad que este profundo sentido de la libertad, que los primeros colonos británicos también llevaron a Norteamérica, es el que late en el ‘poder blando’ (‘soft power’, según el profesor Joseph Nye) del Reino Unido, del que Isabel II ha sido su principal icono durante siete décadas.

Con la muerte de Isabel se cierra definitivamente el siglo XX.

Durante el reinado de Isabel Alejandra María Windsor, el país ha dejado de ser la cabeza del mayor imperio para transformarse en una potencia en declive. No obstante, su fidelidad al alma inglesa la ha convertido en cooperadora necesaria para que ninguna otra ciudad del mundo encarne hoy la tradición emancipadora del liberalismo mejor que Londres.

Gran Bretaña ha sido una nación de grandes desigualdades y brutalidades, pero durante muchas épocas fue la única de las potencias de Europa que tenía una prensa libre, libertad de expresión y un gobierno libremente elegido. De sus costas zarparon en 1944 los barcos que llevaron a miles de jóvenes a liberar del nazismo al Viejo Continente. Y en los años sesenta y setenta, la rebeldía llegó de nuevo desde Londres a través de los Beatles, los Rolling Stones o los Sex Pistols.

La Commonwealth (la comunidad de naciones surgida del Imperio británico en los años cuarenta para aglutinar a casi un tercio de la población mundial), que ha sido la gran obra de la reina durante estos setenta años, y la cultura popular ‘british’ le han dado al país un enorme ‘poder suave’. Pocas naciones proyectan más y mejor esa capacidad de influir en la escena internacional a través del prestigio de sus instituciones políticas y de la seducción de su cultura popular, sea con la saga Harry Potter, con la BBC, con las películas de James Bond o con las canciones de Adele.

Ella fue el símbolo de cómo una de las primeras democracias liberales transformaba su poder duro, de potencia colonial, en poder blando por el atractivo de sus instituciones y su cultura popular

La muerte de Isabel II, no obstante, llega cuando el país vive una época muy complicada: se ha divorciado de la UE, Escocia vuelve a amenazar con el secesionismo, Irlanda del Norte resucita sus reyertas y en la Commonwealth manifiestan deseos de desvincularse de la antigua metrópoli. El futuro es incierto y pareciera que en Londres no encuentran ideas más inspiradoras que las del viejo chiste euroescéptico que surgió de un parte meteorológico del diario ‘The Daily Mail’: "Debido a la niebla en el Canal de la Mancha, el continente europeo ha quedado aislado".

Ian Buruma lo anticipaba en su libro: "Vista desde el resto de Europa, la Gran Bretaña poscolonial a menudo da la impresión de haberse encerrado malhumoradamente en su terruño insular". Con Carlos III ocupando la jefatura del Estado, el Reino Unido deberá decidir si prefiere el aislamiento o la colaboración con el resto del continente del que forma parte.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión