Un verano con trampantojos

Un verano con trampantojos
Un verano con trampantojos
Krisis'22

La época estival ha aparcado una parte de las preocupaciones sociales. 

Nos lo merecíamos como colectivo. Pero las verdades, en este año plenas de incertidumbres, siguen ahí, pendientes de emerger a la cotidianidad. Cuando salgamos del olvido veraniego, del trampantojo que hemos construido para huir del mundo y ser un poco nosotros mismos, volveremos a sentir el futuro desconocido, sin olvidarnos del pasado cercano, que fue amargo en demasía. Habituados al llamado Estado de bienestar no quisimos ver que todo está sujeto a contingencias. Basta que un minúsculo virus mute a menudo y vulnere la salud global para reconocer que nuestra gallardía social no era tal. Además, si le da un barrunto a uno de los mandamases mundiales y decide ser el jefe de todo se nos presenta un panorama sombrío. Y más si tiene la llave que abre y cierra el grifo de los combustibles fósiles o el botón nuclear. ¡Casi somos la nada!, se lamentaría la musa.

Mucho gente ha vivido este verano intensamente, buscando recuperar el disfrute perdido durante la pandemia

A pesar de las verdades ocultas tras el trampantojo, nos disfrazamos de viajeros permanentes; queremos recuperar lo no consumido en tiempos de restricciones a la movilidad. Por más que nos pierdan las maletas, nos suspendan los vuelos y más cosas amargas. O nos desmelenamos en fiestas populares. Quizás sea una terapia mental que todos necesitábamos. Parece que la maldita pandemia y otros males pasaron a un segundo plano, cuando siguen golpeando a mucha gente, demasiada.

Hubo un tiempo en el que aquello de la maravillosa sanidad pública o la felicidad social por la globalización parecía posible a medio plazo. Pero entre el año 2020 y el 2022 se nos desordenó el calendario. Si miramos para atrás nos cuesta fechar cada hecho diferente o estadio que hemos debido superar. Pero este verano recuperamos la creencia de que la velocidad en ocuparse de lo perdido ahorraría tiempo para hacer más cosas; nunca se sabe. En el mundo actual, la lentitud y la sensación de tener lo suficiente para ser felices son tremendamente subversivas. Y, en realidad, necesitaríamos ir más despacio para vivir, aunque nada más sea para vernos con la familia o las amistades. No sea cosa que entre la inflación galopante, la subida de los combustibles, la pandemia, u otros desastres, nos alarguen el camino y nos roben ese tiempo que es vida consciente y manejable. El filósofo Faustino Oncina de la Universidad de Valencia alertaba de que "cada vez gira más rápido el carrusel del futuro, del futuro presente, cuyos coetáneos lo quieren todo y lo quieren ya". ¿Qué hacer? Ante la duda, consumimos para combatir el incierto después.

Las fiestas y los lugares de veraneo han estado llenos. Pero ahora tenemos que reducir el ritmo y enfrentarnos a un futuro lleno de incógnitas

Vivíamos en un tiempo acelerado, con una instantaneidad a demanda. Que siente también mucha gente con la que coincidimos en el verano en unos pocos sitios bien publicitados. Además se recuperan las fiestas de más cerca en las que empaparse de vino, estilo sanfermines, es una especie de rito iniciático; en estas coinciden la cordura y la exageración, el recuerdo y los olvidos, subidones emocionales con agresiones a mujeres. Las repetidas olas de calor, los incendios, las restricciones de agua o la inflación se minusvaloran en estos días alegres. Leímos al filósofo del CSIC Txetxu Ausín decir que "la vida es corta como para perderla corriendo con prisa". Y es que nos jugamos todo, individual y colectivo: aquello que afecta a la vida personal y las incertidumbres que nos generamos e inducimos en el futuro del planeta.

Hace unos años, verano y veraneo eran sinónimos de tranquilidad, de disponer por unos días de todo el tiempo del mundo para no hacer nada, ni siquiera pensar. Comenzamos un periodo incierto. Estamos forzados a interiorizar la mesura y la paciencia para suavizar los duros momentos recientemente pasados y su enlace con los que vendrán (económicos, meteorológicos, etc.). Así, cuando el trampantojo desaparezca nos costará un poco menos entender la diferente realidad. Ojalá el otoño desdiga los malos presagios que sobre él se formulan (varias y desiguales penalidades a la población). Combinemos cada momento de la vida lenta y disfrutada con una buena gestión de las dificultades. Pero necesitaríamos el auxilio de políticos, energéticas multimillonarias a costa nuestra, bancos, empresas y demás. Unos y otras acumulan irresponsabilidad en la anhelada justicia social; por lo que se ve no están por la labor. 

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