Por
  • Carmen Puyó

Verano desquiciante

Turistas visitando Zaragoza ese mes de agosto
Verano desquiciante
Guillermo Mestre

Aún quedan casi tres semanas de verano, pero el fin de las vacaciones de unos y el declive horario, que hace que a las nueve de la noche ya no sea de día, nos conduce directamente a ese otoño tan duro que, nos avisan, se acerca. 

El de 2022 ha sido, con toda probabilidad, uno de los veranos más extraños que se recuerden. En él se han dado al mismo tiempo circunstancias contradictorias que han propiciado unos meses desquiciantes. Esperábamos el verano de la libertad después del miedo y la tensión que produjo la pandemia, y nos lanzamos a saco a disfrutar hasta el último suspiro. Literalmente, más de verdad que nunca, hemos acudido en tromba a aprovechar el sol, la playa y la ausencia de mascarillas, y con los cuatro, o cuatro mil, euros ahorrados, hemos aprovechado el tiempo como si no hubiera un mañana. Entrevistaban a los veraneantes en televisión y todos coincidían en que ya ajustarían sus presupuestos en invierno.

Este verano hemos conocido que, como si de un fenómeno global se tratara, lectores y espectadores están cansados de tanta mala noticia, que ya son pocos los que siguen la actualidad. Y eso que no estamos en condiciones de desentendernos de ella. La guerra, la crisis económica, tantas ilusiones que se nos han ido cayendo por el camino, tanta incertidumbre… Y ese cambio climático que, al menos a los profanos, se nos ha hecho más evidente que nunca, con un calor extremo y prolongado que ni los más viejos creen recordar. Para este otoño, confío en que los líderes políticos se trabajen el sosiego. Es lo mínimo que pueden hacer por nosotros.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión