Por
  • Ana Muñoz

La madera está viva

La madera está viva
La madera está viva
Pixabay

Recuerdo una tira cómica en la que una madre trata de convencer a su hijo para que se incorpore de la cama. 

"Mamá, no quiero ir al cole", lloriquea el hijo. "Fulanito, tienes que ir: ¡eres el director!", argumenta la madre con desesperación. Muchas somos las personas que comenzamos el año en estas fechas y muchas somos, alguna vez, ese director. Sin embargo, la llegada de un nuevo curso suele ser ilusionante, desde el hecho de estrenar agenda (y esmerarse por hacer buena letra) hasta reencontrarse con la tiza, el boli rojo, la tarjeta de fotocopias… y con tus compañeros y compañeras. Pero sobre todo es ilusionante saber qué niveles vas a impartir, cuál va a ser tu horario, quién tu alumnado. El curso pasado, en diciembre, hice el cálculo de las horas que mis adolescentes y yo habíamos pasado juntos hasta entonces. Se sorprendieron. Les parecieron muchas. En mi caso, son bastantes más de las que comparto con mis ‘otros’ seres queridos. Pienso que eso hay que interpretarlo y aprovecharlo con una determinada conciencia. Hace poco, escuchaba a la escritora Carolina Sanín en una defensa de los clásicos; en concreto, se refería al cuento de Pinocho, que habla del protagonista de la tira cómica, de los alumnos y alumnas, de la profesora… incluso de ti. Porque habla entre otras cosas de las tentaciones, del sentido y del valor de nuestro esfuerzo, de cuál es nuestra verdadera voluntad. Mi compromiso es con mis adolescentes y con la absoluta convicción de que el saber nos coloca en un lugar mejor. Quizá no superior. Pero mejor. Ya se sabe que la madera está viva: trabajémosla (chicos y chicas, familias, profes) a favor.

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