¡Toma ya!

Jesús Herrada entra vencedor en la meta.
Jesús Herrada entra vencedor en la meta.
Javier Lizón / Efe

Estaba viendo la séptima etapa de la Vuelta. 

En cabeza iban cinco fugados con casi tres minutos de ventaja. Los comentaristas de Televisión Española –dos de ellos ciclistas con gran experiencia- daban por supuesto que el pelotón los alcanzaría en el puerto de San Glorio, y si no en los siguientes sesenta kilómetros. Yo me sentía un poco indignada por ese derrotismo que condenaba al fracaso a los escapados. Era una condena en cierto modo humillante. Me acordé de la gran escritora neoyorkina Vivian Gornick, que trata el tema de la humillación en un texto excelente publicado en el número 242 de la revista “Letras libres”: “Nada, nada, nada en el mundo puede destruir el alma tanto como la humillación directa. Cualquier otra herida puede ser soportada o superada, pero no la humillación”. Ella misma la sufrió de adolescente cuando su mejor amiga la despreció de la noche a la mañana sin ninguna explicación. Y habla del “sentimiento de venganza que vive el que camina herido por la humillación”. Por suerte la venganza, como resarcimiento a cualquier tipo de humillación, puede evolucionar y resolverse de forma íntima, sin tener que dañar a nadie. Hablo de esas íntimas venganzas cristalizadas en triunfos particulares. Dulce venganza. Jesús Herrada, contra todo pronóstico, ganó la etapa de San Glorio. Toma ya. Mentalmente restregué ese triunfo por la cara de los agoreros. Me gustaría hacer lo mismo con los catastrofistas que nos agobian con los desastres que traerá el invierno. Vivian Gornick se encontró con aquella amiga muchos años después y no la reconoció.

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