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Cartas: Los ‘enluquecidos’ que trabajan por su pueblo

Una calle de Luco de Jiloca (Teruel).
Una calle de Luco de Jiloca (Teruel).
Laura Uranga / HERALDO

¡Enluquecidos! Sí, sí, no es una errata, es un término que expresa el sentimiento de querencia por Luco de Jiloca. 

Hay personas que, sin querer menospreciarlo, lo ningunean con sus comentarios alusivos a su despoblación y, en cambio, otras lo dinamizan y organizan eventos para darle vida, ilusionar a sus habitantes, ponerlo en el mapa y en las redes sociales y medios de comunicación. En Luco, tenemos la suerte de que se han asentado como vecinos unas jóvenes parejas que han sabido buscarse la vida para tener un trabajo, y además, con la colaboración de otros enluquecidos, promueven proyectos que dan vitalidad a Luco. Y lo último es el festival de humor con actuaciones gratuitas para el público asistente que ha organizado la Asociación Enluquecidos los días 2, 3 y 4 de septiembre. A este festival han logrado que vengan una veintena de destacados humoristas del panorama nacional. Y, como no solo de humor vive el hombre, sino que también hay que comer, hasta Daniel Iranzo, el afamado cocinero aragonés, vendrá a procurarnos el alimento con su ‘risotto’ cremoso de setas (‘risottada’) y un tigretón de postre. Los Gandules, con la colaboración de Laura, la mujer de Roberto, el que vive en Luco, amén de cantar, cultivar huerto y criar gallinas, han grabado y difundido un divertido vídeo promocional con el que invitan a venir a este festival a cuantos quieran pasar un jocoso fin de semana. En todos los municipios pequeños de esta España que se queda despoblada por llevar las empresas a las ciudades y poblaciones grandes en vez de procurar que se asienten en los pueblos, debería vivir gente como la que aquí tenemos en Luco, gente que mira por el pueblo y nos alegra la vida. Mi agradecimiento a cuantos con sus iniciativas le dan vida a Luco, porque ¡Luco existe!

Pilar Fraj Gascón

LUCO DE JILOCA (TERUEL)

Perros en los bares

Una clienta asidua de un restaurante madrileño ha decidido no volver porque echaron a un grupo numeroso de personas de la terraza por llevar un perro pequeño muy tranquilo. Los dueños del bar de mi barrio que frecuento dejan a los perros de sus clientes en la terraza, grandes y pequeños, tranquilos y molestos, lo que es una desconsideración al resto de los clientes. No sólo dejan a sus dueños que les acompañen sus perros, sino que les proporcionan un cuenco con agua y les regalan algún churro. Hay un perro especialmente molesto al que no le gustan los otros perros y cada vez que se acerca uno ladra histérico. Los dueños de los perros son como los fumadores, que no les preocupa incomodar a los de alrededor, molestar al que no fuma y al que no le gusta tener un perro a su lado. Los vecinos que viven al lado de estos bares han de aguantar ladridos de perros, chillidos de niños, carcajadas de mayores y ruido de tráfico, una contaminación acústica contra la que no se toman medidas. Estamos en un mundo de perros. Perros en restaurantes, en el transporte público y poco a poco los están metiendo en las salas de cine. Perros de vecinos que despiertan a los demás de mañana temprano y que ensucian las calles con sus excrementos. Más perros que niños en las casas. ¡Venga perros, por Dios!

Martina Pellejero Cuéllar

ZARAGOZA

Indignación en el supermercado

Estoy cansada de escuchar a clientes quejándose de lo sucios que están los carritos y las cestas que hay en los supermercados para hacer la compra. Lo vivo a diario. Un día una persona me dijo que deberíamos ir detrás de cada uno recriminando su mal comportamiento en este sentido. Vemos constantemente, que a pesar de la existencia de papeleras, los guantes desechables que se utilizan en los supermercados son depositados dentro de los carritos o cestas, y si un cliente toma dicho carrito y hay guantes, los coge todos a la vez y los pasa a otro, por no decir que los arrojan al suelo. Al igual que vaciar cereales de sus cajas, o leche de sus pack y tirar los envoltorios ahí donde mejor les viene. Los empleados de estos establecimientos no podemos estar constantemente arreglando el comportamiento incívico de los demás. Seamos coherentes. No dejemos que nuestros niños grandes se acomoden dentro del carrito o cesta mientras compramos, existen sillitas especiales para un tamaño y peso adecuado. Luego con el calzado ensucian todo, y nueva queja por ello. Aunque recriminas de buena manera, te miran con indiferencia y te insultan por lo bajini. Menos mal que en este sentido es una minoría quien lo hace. Me indigna hablar de las ayudas sociales. ¿Qué hay que hacer para conseguir una? A diario compruebo el error grandísimo que se comete, por parte de quien lo decida, en la concesión de dichas ayudas. No digo que no sean necesarias, pero… ¿Se comprueba de verdad si existe necesidad real? Porque estoy cansada de escuchar la picaresca de la mayoría de las personas que acuden con ellas. Cómo se ríen de nosotros y, sobre todo, el mal uso del dinero entregado que hacen. El monte está negro, las calles necesitan limpieza, los parques, los ríos y mil cosas más. Ahí es donde yo enviaría a toda esta gente que nos toma el pelo tan abiertamente. Un alto porcentaje de estas personas está perfectamente preparado para trabajar y no vivir del cuento. Existimos muchos trabajadores incansables que luchamos a diario por un salario.

Josefina Palos Bernad

Zaragoza

Dos magníficos sacerdotes

En menos de un año nos han dejado dos magníficos y ejemplares sacerdotes: D. Luis Antonio Gracia Legarda, fallecido el 28 de agosto de 2021, y D. Manuel Almor Moliner, el 29 de julio de este año. Ambos fueron deanes-presidentes del Cabildo Metropolitano de Zaragoza. Mi recuerdo va para ellos por su entrega, eficaz labor pastoral, plena dedicación a la Iglesia y por su brillante trayectoria apostólica. A D. Luis Antonio lo conocí en la década de los cincuenta en que coincidimos en el Colegio de Corazonistas. A D. Manuel, años después, siendo el sacerdote que casó a mi hija y bautizó a mis tres nietos. La dedicación, entrega y buen hacer de D. Luis Antonio, también conocido como el ‘cura bombero’, fue reconocida en su día por la Academia General Militar, que lo nombró cadete honorífico por su comprensión y apoyo a su tarea formativa y divulgativa. D. Manuel fue nombrado director del Colegio Santo Domingo de Silos cuando era el más grande de Europa, con la misión de adecuarlo, modernizarlo y ponerlo al día. Misión que cumplió con impecable dedicación y trabajo. Ambos colaboraron con la Compañía de Santa Teresa de Jesús, a la que prestaron su eficaz atención espiritual. Fueron dos sacerdotes que supieron adaptarse a los tiempos. Fueron curas con mayúsculas. Descansen en paz quienes tan buen ejemplo dieron en vida y tanto ayudaron a quienes lo necesitaban.

Joaquín Mañeru López

ZARAGOZA

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