Violencias

El escritor Salman Rushdie.
El escritor Salman Rushdie.
Erik Lesser / DPA

Incluso cuando las cosas parecen ir un poco a mejor tengo la sensación de que algo no funciona. 

Quizá sea una cuestión de perspectiva, sin más. Vamos al cine a ver la de Brad Pitt, “Bullet train”. La banalización de la violencia me pone enferma desde el principio de la proyección, luego me aburre, y al final casi me divierte. Siempre me quejo de lo mismo, que dos horas de metraje son un exceso cuando los noventa minutos de antes eran lo más apropiado para la mayoría de las películas mediocres. Por la noche me entero del apuñalamiento de Salman Rushdie, y eso sí que me deja estupefacta. En muchas tertulias del pasado en Casa Emilio hablábamos del autor de “Los versos satánicos”, de si debiera o no haber publicado esa novela que además no era su mejor novela, de la “fetua” o condena a muerte por parte de los islamistas con el ayatolá Jomeini al frente, de la vida espantosa que le esperaba al escritor a partir de entonces (lo hemos compadecido durante estos últimos treinta años). A mí me venía a la cabeza la canción de Siniestro Total “Ayatola, no me toques la pirola”, que entonces ya no me atreví a cantar como lo hacía cuando era estudiante. El miedo lo estropea todo, es como una niebla espesa que impide avanzar hacia ningún sitio. Los miedos pequeños se pueden esquivar, se los puede ir engañando de alguna manera –sin conseguirlo casi nunca- . La violencia y el miedo suelen ir de la mano. Siempre he admirado a Salman Rushdie por no haberse rendido a los violentos y haber seguido siendo lo que era, un escritor libre que no teme hablar ante un auditorio de desconocidos.

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