¿Aragonesismo agostado?

El aragonesismo político no está en su mejor momento.
El aragonesismo político no está en su mejor momento.
Raquel Labodía

Agosto agosta y agota, es lo suyo; aunque este verano el excesivo calor ha secado, abrasado y agostado plantas y campos tanto en junio como en julio.

 Agostar dice el diccionario de la RAE que es también «consumir, debilitar, o destruir las cualidades físicas o morales de alguien» y cabría añadir, por extensión, de algo, de una idea, de un proyecto… Ejemplos se encuentran a poco que se busquen. Seguro que usted tiene en mente más de uno. Eso sí, necesita haber vivido al menos unas tres o cuatro décadas. Antes, por lo general, falta recorrido y contenido.

Los recuerdos y experiencias le permitirán pensar en historias e ilusiones que brotaron, crecieron, duraron un tiempo y están camino de desaparecer. Lo mismo sucede con las ideas y proyectos políticos. Unos tienen recorridos más cortos, otros más largos. Unos son continuos, otros discretos y algunos, después de desaparecer, incluso resucitan. En esto es necesario dejar que pase el tiempo y tener perspectiva para observar esos cambios.

De este asunto cabe discutir todo lo que se quiera incluso conectarlo con debates sofisticados y sesudos como el problema de las generaciones que abordó Karl Manheim (1893-1947) o la «longue durée», larga duración, de Fernand Braudel (1902-1985) para interpretar la Historia. En el primero «el fenómeno generacional es uno de los factores básicos en la realización del dinamismo histórico». En el segundo se propone que el tiempo histórico tiene estructuras estables más duraderas que los sujetos que sufren coyunturas más volátiles.

Sea como sea, tendemos a interpretar la vida como ciclos, como sucesión de días y noches, porque experimentamos en nuestro cuerpo modificaciones que se encadenan al ritmo de esas cadencias. Así los encajamos en cosmovisiones que incluyen marcos culturales y temporales, sea en los 365 días del calendario gregoriano o en los 394 años del baktun de los mayas. En esa conciencia del tiempo se articulan los modos de entender la vida cotidiana, las formas de legitimación del orden social y el propio cambio social que experimentamos individual y colectivamente.

Uno de los ámbitos donde cabe detenerse es el de las ideas políticas y sus concreciones institucionalizadas. Si nos fijamos en el caso del aragonesismo cabe preguntar en qué punto se encuentra. Visto lo visto, la idea de Aragón y del aragonesismo político no están en el mejor momento de estás últimas décadas. Ha entrado en un proceso de debilitamiento, de agostamiento y agotamiento pese a que 2022 sea el cuadragésimo aniversario del Estatuto de Autonomía de Aragón.

A simple vista las dos fuerzas políticas de referencia, CHA y PAR, se han diluido en el pragmatismo de la coalición de gobierno liderada por el PSOE de Lambán y, desde fuera, están arrumbadas a un agosto peligroso. Además, el experimento de Teruel Existe y la queja del mundo rural -hábilmente instrumentalizados- añaden dificultades a la idea de Aragón como referente político vertebrador de nuestro país, en esta España nuestra.

En este momento del ciclo político, CHA ha sabido lidiar con su parte de gestión impulsando su propia fuerza. El PAR se percibe roto internamente y en caída libre. Mientras lo de Teruel Existe ya ha mostrado que no sirve para fortalecer Aragón, aunque haya sido muy apetitoso y conveniente para sus prebostes.

De cara al próximo otoño, donde se van a acelerar las dinámicas preelectorales, Chunta y PAR tienen mucho que hacer para que ‘o calibo siga chera’, que los rescoldos vuelvan a respirar con rasmia. Bastante más en el caso del PAR que o restaña sus heridas, recupera a las personas que ha perdido, aporta algo de ilusión renovada o será barrido del arco parlamentario.

La necesidad de echar a Sánchez y su coalición del gobierno de España va a fortalecer al PP, como ya se ve en otros territorios. Mientras que la sombra de Bildu, de ERC y demás compaña lastrará cualquier discurso que se identifique con ‘lo nacionalista’. La ventana de oportunidad del aragonesismo pasa por recuperar espacios simbólicos, poniendo en valor la singularidad de Aragón desde la solidaridad y la moderación política, enfatizando el beneficio que aporta a la ciudadanía aragonesa, siendo algo más que un voto inútil.

Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza

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