A veces los caminos cercanos llevan a los destinos más placenteros. Ejemplo de ello es la Ruta de los Bécquer, recorrido señalizado hace unos años para emular los paseos de los hermanos Gustavo Adolfo y Valeriano por Veruela, Litago y Trasmoz. Este último es lugar mágico por excelencia, único pueblo excomulgado de España y escenario de secuestros de novela, que alimenta la leyenda con sus actuales vecinos, menos de un centenar: allí vive un quesero, una panadera que hornea sin gluten, un empresario del aceite ‘gourmet’, una francesa, una inglesa, unos cuantos médicos y otros tantos escritores. Desde mediados de julio, además, el viento peina en sus calles una escultura de Emilio Gastón titulada ‘Por las rutas celestes de Trasmoz’, junto al lecho inmejorable de la Casa del Poeta. Este enclave, fundado por la editora Trinidad Ruiz, es hoy hogar de los doctores, amantes de las plantas y las letras, Mariano Castro y María José Sáenz. El primero de sus ocupantes, por cierto, fue Ángel Guinda, otro rapsoda inolvidable homenajeado hace unos días en Torrellas, cerca del itinerario, como prueba de su amor por el Moncayo. «Antes pisaba la tierra. / Ahora piso el firmamento», dice uno de sus poemas. Basta con leer o pasear en buena compañía para tocar el cielo, pese a lo que nos acecha, aunque nuestras órbitas graviten en torno a un mismo centro. Tal y como evoca Gastón al conjuro de sus versos: «falta fraternidad entre los hierros / pero ya crecen nubes, / materia prima hermana de las brujas».

Almudena Vidorreta es poeta y profesora