Éramos pocos...

La tensión entre China y Estados Unidos es creciente.
La tensión entre China y Estados Unidos es creciente.
Florence Lo / Reuters

Éramos pocos… y parió la abuela, como dice el refrán cuando se trata de describir la acumulación de desgracias que le caen a uno encima en un breve espacio de tiempo.

Pues en este caso la abuela ha sido el dirigente chino Xi Jinping, que ha vociferado palabras tremendas y apocalípticas de advertencia a Estados Unidos por las maniobras navales de la flota estadounidense en torno a la isla de Formosa (Taiwán) y por el viaje de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, al reducto de la china nacionalista. En su bravata ha llegado a decir que «los que juegan con fuego morirán en él». La tensión en la zona es máxima, y la tentación de la china de Xi de aprovechar la incierta situación internacional para acabar con el régimen de Taiwán, uno de los asuntos pendientes en la geopolítica de nuestro mundo, se hace cada día más posible.

O sea que en nuestro horizonte colectivo se cierne esta nueva amenaza, que se suma a la interminable guerra de Ucrania, que está devastando materialmente no solo a todo el occidente sino a buena parte del mundo con las hambrunas que van a acabar con millones de seres humanos. Finlandia se arma hasta los dientes y no descarta un posible enfrentamiento con Rusia; tiemblan los países fronterizos; Estados Unidos entra en recesión técnica y Alemania se prepara para uno de los peores escenarios de las últimas décadas, con las consecuencias que para el continente europeo puede tener su desfallecimiento económico.

Y a esas amenazas globales, que generan una incertidumbre universal, se suman nuestras propias miserias y desgracias en forma de olas de calor, tremendos incendios, sequías pertinaces (no sé si emplear la palabra ‘pertinaz’ podría acarrear represalias por aquello de la memoria histórica), inflación desaforada y una negra perspectiva para lo que nos espera en los meses venideros: frío, oscuridad, restricciones, limitaciones, prohibiciones, precios prohibitivos, energía por las nubes…

Un cóctel preocupante, que una vez más nos lleva a pensar en la España de la autarquía y que a toda costa quisiéramos evitar; o que por lo menos pudiéramos afrontar todos juntos bajo las directrices claras y compartidas de un gobierno y una oposición capaces de ponerse de acuerdo en un máximo común divisor y en un mensaje de unidad a los españoles. Parece mentira que no sea posible.

No son buenos los augurios para los próximos tiempos, difíciles en la medida en que dure la guerra de Ucrania; aunque es cierto también que su final podría suponer la esperanza de una rápida recuperación general. Nadie conoce los designios de Putin, ese personaje que hoy es el verdadero amo del mundo y que tiene cogido al planeta por donde más le duele: por la economía, por la escasez, por el hambre, por el miedo.

Estamos mal, aquejados por problemas numerosos y de muy difícil solución. Aún éramos pocos, y para colmo de nuestras desdichas ahora se pone a parir la abuela… Que Dios nos ampare.

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