Mala suerte

No ha tenido suerte Pilar Alegría en su estreno como portavoz del Partido Socialista. La primera encomienda que le ha tocado ha sido la de defender lo indefendible. 

Dos tribunales –la Audiencia de Sevilla y el Supremo– han establecido que Manuel Chaves y José Antonio Griñán son culpables del mayor fraude cometido contra el erario en cuarenta años. Y Alegría ha tenido que salir disparada a dar la cara para reivindicar la honorabilidad de los dos. ¡Una papeleta! Que ni un céntimo se llevaron ni Chaves ni Griñán, ha dicho Alegría. Será verdad, pero dejaron que otros se embolsaran a manos llenas el dinero destinado a los parados. No es muy honorable. Tampoco ha tenido suerte Pedro Sánchez con la remodelación de la cúpula del partido. Se supone que se trataba de tomar la iniciativa, pero a las primeras de cambio le ha caído encima el peso de antiguas corrupciones y el PSOE ha tenido que ponerse a la defensiva. En el PP, por su parte, tampoco están para tirarse a degüello, sus propias culpas deberían inclinarles a la prudencia. Tanto los socialistas como los populares son expertos en cargar contra las corrupciones del adversario, al tiempo que se salen por la tangente cuando se trata de las del propio bando. En el fondo, unos y otros tienen motivos para sonrojarse. La lista de los políticos que, a lo largo de los años, han sido condenados por fraudes y malversaciones es ya larga. Eso indica que la corrupción está demasiado presente en nuestra vida pública, pero también que la Justicia, aunque a paso de tortuga, funciona y acaba alcanzando a quien quiso burlarla.