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Elegir entre frío o calor

Elegir entre frío o calor
Elegir entre frío o calor
Pixabay

España arde. 

En Aragón, los vecinos de Moros y de otras localidades barren la ceniza de sus casas en estos momentos y contemplan desolados sus campos y paisajes todavía calientes y humeantes. Huele a hoguera y a ruina. Piensan en cómo serán sus vidas a partir de ahora: más tristes y más pobres. Y ya tienen el miedo metido en el cuerpo para lo que queda del verano y para los que vendrán.

Porque el calor se nos está quedando ya pegado al cuerpo y al campo. Se acabaron las noches frescas de verano y los días en los que no apetecía un chapuzón. Este mes de julio vivimos sumergidos en una ola de calor continua, que ya comenzó en mayo, en la que se nos conceden algunos días para respirar. Y será el más fresco de los que han de venir advierten desde el CSIC.

Mientras tanto, el invierno acecha. Y el fantasma de la escasez de gas se cierne sobre Europa. Así que enarbolando el miedo, que es el peor de los consejeros y el más eficaz de los motores, la UE abre las puertas para que los países puedan contaminar más. Porque se va a volver a quemar carbón. Amén de que se está prolongando la vida a centrales nucleares que ya se daban por amortizadas. Necesitamos energía para que la industria siga funcionando. Para que la economía no se pare.

¿Cómo casamos las altas temperaturas provocadas por el cambio climático con cuotas contaminantes más flexibles? De ninguna manera. Hay que elegir entre frío o calor. Quizá sea cierto y este es "el último verano", que anunciaba Niño Becerra.

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