La pasión intelectual de un hombre libre

Ángel Cristóbal Montes, en 2016, en la presentación de uno de sus libros.
Ángel Cristóbal Montes, en 2016, en la presentación de uno de sus libros.
Toni Galán / HERALDO

Jurista, docente, articulista, analista de la realidad social, político, filósofo...

 Son muchas las facetas de la actividad intelectual en las que Ángel Cristóbal Montes ejercitó sus formidables dotes dialécticas. Pero quizás el nexo de unión está en la pasión con la que se entregó a todas ellas. Para Cristóbal Montes, el pensamiento, la reflexión, la palabra eran el fundamento y la condición de posibilidad de un hombre libre y de una sociedad civilizada.

En la política parlamentaria tenía que destacar forzosamente por su capacidad oratoria, con una voz potente y grave, que podía ser terrible en momentos de ira pero que también brillaba en el registro de la amabilidad. Y la voz servía de vehículo al razonamiento, al argumento. Es cierto que cambió de partido, pasando del Partido Socialista al Partido Popular, y que se fajó con dureza en la brega política, pues no tenía empacho en reconocer que la política es ante todo una lucha. Pero eso no desmiente sus convicciones profundas, su creencia en el liberalismo político y en el equilibrio de poderes como esencia de la democracia. Una democracia que, en sus análisis, no acababa de asentarse en España con la profundidad que sería deseable.

Su vocación pedagógica e intelectual se desbordaba en decenas de libros y cientos o posiblemente miles de artículos a través de los cuales nunca dejó de estar presente en la vida pública y en el debate cívico de la sociedad aragonesa. Pero entre todas sus pasiones destacaba, sobre todo en los últimos años, el interés por la filosofía, el deseo siempre insatisfecho de comprender la realidad última de la condición humana y de la vida, buscando una luz en medio de la noche.

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