Hoy se celebra en Ermua el acto institucional con motivo del 25º aniversario del asesinato por parte de ETA del concejal del PP, Miguel Ángel Blanco. 

Es preciso recordar aquel acontecimiento porque generó el principal aldabonazo ciudadano contra el terrorismo. La contrapartida es que coincide con una intensa polémica por el pacto del PSOE con Bildu, que sigue sin condenar la violencia terrorista, para aprobar la Ley de Memoria Democrática. Es humillante para el conjunto del país que el presidente del Gobierno dé carta blanca para reescribir la historia de la Transición y para blanquear sus atentados a los herederos de ETA, que intentan homologarse como partido democrático de pleno derecho sin cooperar judicialmente. Al permitir que Arnaldo Otegi y sus adláteres elaboren el relato de aquellos años, Pedro Sánchez no cumple con su obligación de preservar los imprescindibles valores cívicos.

Los países deben celebrar los hitos históricos de su construcción democrática. La conquista de las libertades forma parte del acervo cultural de las sociedades liberales. Por ello tiene una incuestionable importancia simbólica recordar todo lo que supuso el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco y el Espíritu de Ermua nacido a raíz de aquel terrible atentado. Por ello, también, resulta insólito que esta próxima semana, en el Congreso de los diputados, los socialistas de Sánchez y los diputados de Otegi vayan a unirse para respaldar una ley destinada a crear una comisión para indagar sobre los derechos humanos infringidos hasta diciembre de 1983. Bildu busca hurgar en las lacras del ‘terrorismo de Estado’ y las torturas, a pesar de que ya han sido debidamente investigadas y sancionadas por los tribunales. La actividad de Bildu es hoy legal, pero pactar con ellos es una perversión de los valores políticos de nuestro sistema de libertades.