Redactor de la sección de Cultura y columnista en HERALDO DE ARAGÓN

Chistes verdes

Chistes verdes
Chistes verdes
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El dos cero dos dos ha resultado ser hasta ahora un año de redefinición de conceptos. Los chistes verdes, por ejemplo. 

Esta última semana hemos oído el más obsceno: la energía nuclear es ecológica para Bruselas. Cabría pensar que con tanto mejillón, igual se les ha ido la olla a sus señorías de Europa en la hermosa capital belga, pero no, es un asunto verde, de billete de 100 euros, y el euro que casi anda a la par con el verde dólar. Belga es Tintín, al que Hergé bautizó ‘Tantán’ por aquello de la lengua madre; suena parecido a ‘think tank’, un sitio donde se va a pensar y en el que a veces se tienen ideas tan geniales como la del verde nuclear. En el contexto de la moda podría ser tendencia, como Boris Johnson y su dimisión diferida, la última de las muchas patochadas que jalonan una carrera política increíblemente exitosa hasta ahora. Verde se pone el personal con el mal nacional de España: la envidia, que adorna al mediocre. El perfume y semáforo de tantas plantas nobles. Un chiste malo es Juan del Val ninguneando a los cortometrajes con el adjetivo de innecesarios, perfectamente aplicable a buena parte de sus impresiones públicas, que carecen del valor intrínseco que sí posee la más deslavazada obra fílmica de minutaje breve. Verde es el color en la brocha de los tecnócratas que juzgan el talento ajeno sin argumentos, perdiendo el tiempo en cursos acelerados sobre la venta de humo, gente verde como el pan de rana en las piscinas cuando llega el otoño, con la tez cetrina por un nudo de corbata demasiado apretado. Y cada vez son más. A ver, ¿de dónde salen?

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