Prevenir una posible recesión
El vicepresidente del BCE, el español Luis de Guindos, ha afirmado que el corte del gas ruso podría llevar a Alemania una recesión y esto, a su vez, podría «arrastrar» al conjunto de la eurozona. Es el último aviso de que el otoño va a ser complicado porque las presiones inflacionarias van para largo. A pesar del buen momento que atraviesa la creación de empleo, la continuidad de la guerra de Ucrania, la elevada inflación, la subida de tipos y la amenaza de una desaceleración tras el verano dibujan un panorama muy complejo. Sin embargo, no cabe caer en un derrotismo paralizante. Los gobiernos, los bancos centrales y los demás agentes económicos tienen herramientas para actuar. Las malas previsiones que están hundiendo las bolsas y el valor del euro son uno de esos grandes desafíos que necesitan la aportación solidaria de todos.
Las malas expectativas están dando un vuelco preocupante que incrementa la probabilidad de un frenazo de la economía europea y estadounidense tras el verano. Ante este panorama urge adoptar medidas bien encaminadas, flexibles y constantemente evaluadas para reorientarlas en cuanto sea necesario. En España, la situación fiscal y la subida del coste de la deuda pública no permite grandes alegrías en materia de gasto público. Medidas como el pacto de rentas son necesarias para que una subida elevada de los salarios no acabe generando una mayor remontada de los precios.
Los bancos centrales también deben calcular con mucho tino el alcance de las políticas monetarias restrictivas, con elevadas subidas de tipos de interés. Si van demasiado lejos alimentarán una recesión, justo lo que habían querido evitar. Las decisiones que tomen unos y otros deben tener un diseño consciente de que medidas contra la crisis que son beneficiosas a corto plazo pueden terminar siendo contraproducentes a medio.
