Ampliar la mirada

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Una buena parte de los analistas políticos sigue instalada en la visión dicotómica de la vida pública. 

Esto se traduce en una representación lineal y continua donde a un lado está la izquierda, en el otro la derecha. Y, por si las moscas, en medio, se nombra el centro por aquello de añadir algo de complejidad a esa gran simplificación.

Esta forma de concebir el espacio político, como es sabido, se inicia en la Asamblea Constituyente en la Francia de finales del siglo XVIII. Ahí, se produjo una división a la hora de votar si el rey tenía derecho de veto o no. En ese momento, a la derecha del presidente de la Asamblea se situaron los partidarios del derecho amplio del rey, a la izquierda quienes querían recortarlo. Era obvio que debían elegir una cosa o su contraria. Ante esa circunstancia se agruparon las voluntades que dieron lugar a una manera de clasificar las fuerzas políticas. Ésta se fue modelando y llenando de detalles fruto de las luchas por el poder, perdurando hasta nuestros días. Entonces no existían los partidos políticos como los entendemos hoy, ni la sociedad era como la nuestra. En cualquier caso, aquello terminó produciendo enfrentamientos entre girondinos y jacobinos, entre el Montaña y la Llanura, entre los amigos del rey y los del pueblo, entre unos y otros hasta que con la Restauración de 1814 se aquilataron las posiciones, previo paso por la guillotina de una larga lista de disidentes.

La ciudadanía ya no se mueve solo por la sangre, por la tradición familiar, por
el pasado ni contra alguien

Aquel modelo servía para explicar un mundo claramente estratificado, lejos de la sociedad de consumo y digitalizada actual. Sin embargo, pese a los cambios, a las revoluciones como la soviética, la maoísta, la iraní, las guerras mundiales del siglo pasado, se ha seguido utilizando porque es una manera muy cómoda de explicar las luchas por el poder. Es muy simple y práctico agrupar en dos partes a la masa social, sea en horizontal, como es el caso, o en vertical, como cuando nos vendieron la moto de la casta.

En el caso español, la guerra (in)civil alimentó la visión dicotómica. En un lado los republicanos, en el otro los sublevados, los rojos vs. los fachas. Y luego con Franco o en contra, así hasta la Transición que se cerró con la Constitución del 78. Después, el bipartidismo imperfecto español, mientras en Aragón la diversidad de opciones políticas con representación parlamentaria ha servido para mantener la vieja distinción sin entender los cambios sociales experimentados. Simplificar el escenario político es una forma de manejarse. Cuando se tiene una regla organizada con el sistema métrico decimal, siempre se encuentran centímetros, milímetros y hasta micras. Lo cual es útil si el sistema funciona en un plano relativamente sólido. Las paradojas afloran en cuanto se observa que el comportamiento del electorado no encaja sin más en el modelo de los partidos políticos, cuando la demanda se ha dispersado. A finales de los 90, los usos y ritmos cotidianos hicieron líquida la vida y las opciones, como bien explicaron Drucker y Baumann. Desde la gran recesión de 2008 y con el fenómeno del 15M, los criterios se han gasificado, se han volatilizado. El grado de heterogeneidad a la hora de decidir el voto se ha multiplicado. Como las pantallas, que ya no son solo televisión.

Es más parecida al consumidor de pantallas que
cuando se aburre hace zapping buscando un mejor entretenimiento

Esto se observa en el caso de la elección de Isabel Ayuso en Madrid y de Juanma Bonilla en Andalucía. Aplicando el viejo modelo izquierda y derecha no se explica completamente ninguno de ambos e incluso el de Mañueco en Castilla-León. La decepción de la nueva política prometida por Podemos y Ciudadanos, representada con la caída de sus líderes, ha inoculado más dosis de complicación en las decisiones. Y a esto se ha de sumar los efectos a largo plazo que va a tener el cesarismo de Sánchez en el PSOE y su patológica indecencia moral. La ciudadanía ya no se mueve solo por la sangre, por la tradición familiar, por el pasado ni contra alguien. Es más parecido al consumidor de pantallas que cuando se aburre hace zapping buscando un mejor entretenimiento. Además, está por ver cómo nos va a afectar la guerra de Putin y la reorganización del tablero mundial. De momento, la vieja metáfora no ayuda a describir el ‘statu quo’ ni a garantizar buenos análisis. 

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