Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Volvemos al mundo bipolar

Volvemos al mundo bipolar
Volvemos al mundo bipolar
Heraldo

El mundo es semejante a un patio de colegio. 

Ahí, los chicos se muestran tal como son. Se puede detectar a quienes tienen la capacidad para influir en los demás, bien por su fuerza física, bien por una facultad innata de liderazgo, pertenencia a una familia poderosa o por mera maldad. Para mantener un cierto orden en este agitado espacio escolar es imprescindible que todos acaten unas normas.

En el escenario internacional también es necesario un código de comportamiento. Explica Henry Kissinger en su ensayo ‘Orden Mundial’ (2016) que lo que hoy entendemos por ‘orden internacional’ fue concebido en Europa hace cuatro siglos. La Paz de Westfalia puso fin a la guerra de los Treinta Años (1618-1648), que desangró el continente. Generó un sistema de Estados independientes que se abstendrían de interferir en los asuntos ajenos y controlarían mutuamente sus ambiciones a través de un ‘equilibrio de poder’. Hubo otros modelos, cada uno aplicado en su espacio geográfico. El ruso se basaba en una expansión territorial en todas direcciones. China era el centro de su propio, jerárquico y teóricamente universal concepto de orden. No obstante, fue el sistema de Westfalia el que se propagó por el mundo y ahora se ha convertido en global. Ha logrado controlar la naturaleza anárquica de la comunidad mundial (Hobbes) mediante una extensa red de estructuras legales y organizaciones destinadas a fomentar el libre comercio y un sistema financiero internacional estable. También ha conseguido generar principios aceptados para la resolución de las disputas y poner límites a las guerras cuando estas, a pesar de todo, tienen lugar.

Al orden bipolar de la Guerra Fría le sucedió la preeminencia estadounidense
de finales del siglo XX y el multilateralismo del siglo XXI

Todo modelo de orden se sustenta sobre dos pilares: un conjunto de reglas que definen los límites de lo permisible y un equilibrio de poder que, aunque no garantiza la paz, puede desactivar los desafíos al sistema. A lo largo del tiempo siempre ha existido un país que, en virtud de su fortaleza económica, militar y cultural ha actuado como garante del orden en vigor. Fue el caso del Imperio español, del británico durante los siglos XVIII y XIX y de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. La Historia demuestra que el orden internacional no es inmutable ni eterno. El surgimiento de unas potencias y el declive de otras hace que cambie.

Desde 1945, Estados Unidos ejerce el papel de potencia hegemónica. Fue el inspirador de una compleja red de instituciones multilaterales, basadas en los valores occidentales: ONU, Banco Mundial, FMI, OTAN, OMC... Además, estableció el dólar como moneda central del sistema monetario internacional. Esta ‘pax americana’ solo sufrió el desafío de la URSS durante la Guerra Fría. No obstante, hoy sería imposible aprobar por unanimidad la Declaración Universal de Derechos Humanos, como se hizo en 1948, porque muchos Estados asiáticos y árabes se negarían con el argumento de que no se ajusta a sus valores.

Hoy estamos a
punto de regresar a la bipolaridad, con capitales en Washington y Pekín

Con una quinta parte de la población mundial, China es un actor sistémico. Por ello, la emergencia de una ‘pax sinica’, que incluya a Rusia, amenaza el poder de Washington y genera ansiedad en una Europa desconcertada que, aunque fue el germen del sistema de Westfalia, hoy no es lo bastante fuerte para desempeñar el papel protagonista en el orden mundial.

La cumbre de la OTAN celebrada esta semana en Madrid ha dejado claro que Rusia es una amenaza militar, pero solo el antiguo ‘Imperio del centro’ es el que puede erigir un nuevo orden internacional. Se dibuja así un mapa global con las democracias liberales a un lado (con excepciones como Turquía) y los Estados autoritarios al otro. En una indeseable vuelta al pasado, el patio mundial vuelve a polarizarse: Washington y sus amigos frente a Pekín y su cohorte de seguidores.

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