Un avión de combate F-18 del Ejército del Aire.
Javier
EP

José Antonio nació en Tudela porque es sabido que los aragoneses nacemos donde queremos. 

Tuvo un abuelo zaragocista que le inoculó la pasión por nuestro equipo y él haría lo propio con su hijo. Estudió Medicina en Pamplona, la especialidad en Madrid y decidió que Zaragoza sería la ciudad de su vida. No la pudo encontrar mejor. Aquí instaló su clínica dental y, gracias a su esfuerzo, inteligencia y bonhomía, se convirtió en uno de los grandes odontólogos de la ciudad. En Zaragoza conoció a Olga, una radióloga que procedía de Calatayud, y ambos decidieron unir sus vidas para siempre. Un amor de los de antes. Tuvieron dos hijos: Javier e Inés García Velilla. Inés, hondamente preocupada por las causas sociales, ha andado por el mundo de cooperante. Javier sintió desde niño pasión por pilotar aviones, así que cuando tuvo que decidir qué iba a estudiar supo que quería ingresar en el Ejército del Aire. Se cumplió su sueño y pilotaba los aviones más sofisticados. Era tanta su pasión por volar que incluso hubiera preferido no ascender en el escalafón si ello suponía meterse en un despacho y renunciar a pilotar. Javier jugaba a la Primitiva para, si un día le tocaba, poder comprar el Zaragoza, el equipo de sus amores. Ya era capitán del ejército, con tan solo 33 años, e iba a llegar muy lejos. Pero un maldito accidente lo truncó todo. Quien había surcado los cielos pilotando los más complejos aviones iba a encontrar la muerte a lomos de una simple motocicleta. Su ausencia se nos hace insoportable, pero vivirá siempre en nosotros. Muy dentro de nuestro corazón

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