Por
  • Juan Antonio Gracia Gimeno

La violencia en el fútbol

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La violencia en el fútbol
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Las informaciones de hace algunas semanas sobre agresiones sufridas por árbitros de fútbol en Aragón alarman, entristecen y revelan la existencia de una inquietante lacra. 

Los sucesos ocurridos en los campos de María de Huerva, Albalate del Arzobispo y San José en Zaragoza -¡tres casos en una sola semana!- no son una excepción en el universo de ese deporte. Tampoco el colectivo arbitral es el único objetivo de las iras ajenas, pero esos episodios vienen a ser un claro índice de la peligrosa deriva del fenómeno de la violencia, que invade ya no solo el fútbol sino también su entorno.

Todos somos testigos de encuentros en los que nadie ha sido castigado ni siquiera con una tarjeta amarilla y, sin embargo, han sido ocasión, incentivo o pretexto de situaciones violentas. El odio, la histeria, el racismo, la revancha, la locura no necesitan acomodos especiales y puede surgir en cualquier lugar y circunstancia. Señalo algunos puntos de referencia.

1.- Avergüenza que partidos de categorías alevín, infantil y juvenil que se desarrollan plácidamente en el terreno de juego se vean enturbiados no pocas veces por broncas, insultos, protestas y trifulcas protagonizadas por los padres y familiares allí presentes.

2.- Lo vivido el pasado mes de mayo en París en los alrededores del Estadio de Francia, antes de comenzar el partido de la final de la Copa de Europa, tuvo en vilo a millones de televidentes del mundo entero temiendo que se repitiera la catástrofe ocurrida en el estadio Heyssel de Bruselas el 19 de mayo de 1985.

3.- Ver al personal de seguridad sentado en sillas a lo largo de todo el perímetro de un estadio entre el césped y las localidades, vuelto de espaldas al espectáculo y vigilando de frente a la hinchada, aparte de ser una estampa grotesca, sugiere que las gradas pueden albergar a gente peligrosa y son un sitio ideal para asegurar el anonimato en caso de alboroto.

4.- Considerar algunos partidos como lances ‘de alto riesgo’ lo dice todo. Esa calificación exige un impresionante despliegue policial en las ciudades, en los aeropuertos, en los hoteles donde se alojan los equipos, en sus traslados y, sobre todo, tras terminar el partido.

Nuestro sabio paisano Carmelo Lisón Tolosana, antropólogo de renombre universal, decía que la práctica del deporte debe ayudar al desarrollo de los valores auténticos. Sería interesante saber cuánto dinero se dedica hoy a la buena educación en los millonarios presupuestos del balompié.

Concluiré con un dato minúsculo. Siendo presidente del Real Zaragoza Alfonso Usón Sanagustín (1967-1971) se creó un Centro de Enseñanzas, en el que sería disciplina básica la formación humana y cultural de los alumnos. Inaugurado pomposamente el 3 de abril de 1970, estuvo dirigido por el prestigioso entrenador y preparador de grandes atletas Ernesto Pons, al que acompañaban como profesores varios técnicos junto con al capellán. La Romareda y la entonces anunciada Ciudad Deportiva serían las sedes de esta especie de Cátedra de Deontología en el deporte a modo de una ‘Escuela de Futbolistas’.

La iniciativa, tal vez entonces pionera en España, tuvo muy poco recorrido. Ángel Aznar Paniagua, también presidente del Real Zaragoza (1985-1986), en su obra ‘El largo camino hacia la Recopa’ recoge los pormenores de la trayectoria de este proyecto tan prometedor como efímero.

En cualquier caso, todos los que por uno u otro menester tienen hoy algún vínculo con el fútbol y cuantos disfrutamos de su emoción y belleza, debemos sentirnos obligados a colaborar en mantenerlo limpio, seguro y solidario.

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