Aduladores profesionales

Aduladores profesionales
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Alejandro Blanco, presidente del COE, elogió el otro día el "espectacular trabajo" que habían realizado el ‘president’ Pere Aragonès y la consejera de Presidencia Laura Vilagrà, y culpó a Javier Lambán de hacer fracasar la candidatura para organizar los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030. 

Blanco adulaba al poderoso presidente catalán y aliado de Sánchez, y atacaba al aragonés, que sale muy barato y seguro que está bien visto en Moncloa. Y José Félix Tezanos le dedica un libro hagiográfico a Pedro Sánchez y manifiesta sin rubor que es un texto indudablemente laudatorio, "pues ¿qué iba a ser?", declara durante su presentación en el Círculo de Bellas Artes. Otra impúdica adulación, pues quien escribe ese libro le debe a Sánchez su puesto de presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas.

Adular al poderoso no es una costumbre muy noble. No faltan ejemplos de adulaciones en la política española actual

Estos aduladores profesionales, el último escalón de la política, me hicieron recordar a Víctor Ruiz Albéniz, cronista de guerra del Cuartel General de Franco. Ruiz Albéniz, sobrino carnal del músico Isaac Albéniz y abuelo de Alberto Ruiz Gallardón, estudió medicina, y en su época de corresponsal de la guerra del Rif fue bautizado por los bereberes con el sobrenombre de ‘El Tebib Arrumi’ (El Médico Cristiano), que habría de utilizar desde entonces para firmar muchos de sus libros y artículos. Fue el hombre de confianza de Juan March, al que sacó de la cárcel durante la República por el sencillo procedimiento de comprar al director, que escapó con ellos. Ruiz Albéniz era también maestro de aduladores. En un libro sobre la defensa de Belchite publicado en 1939 por tres oficiales del ejército de Franco que participaron en ella, el capitán de Diego, el teniente Quintana y el teniente Royo, se incorpora en un anexo una entrevista de ‘El Tebib Arrumi’ a Franco sobre Belchite, en la que la adulación del periodista a su general llega a extremos inverosímiles: "La mirada de Franco relampaguea. Es un curioso fenómeno este de los ojos del Caudillo. Su mirada es siempre luminosa, pero hay momentos en que salta en sus pupilas la que yo llamo chispa o fulgor legionario y entonces, por prodigio extraordinario, adquiere su mirar unos centelleos, un deslumbre que atrae, capta y fija los mirares ajenos, en fenómeno de deslumbre parecido al que se sufre cuando de noche nos enfocan potentes faroles". Esa adulación era, claro, tan exagerada y repugnante que aquel entrevistador producía náuseas.

Sabíamos por el propio Ruiz Albéniz, que lo contó en una crónica publicada, también en 1939, en el libro ‘Pérdida y Reconquista de Teruel (Batalla del Alfambra). Noviembre del 37 a febrero del 38’, cómo un hijo suyo, Alberto, murió en la guerra "destrozado por la canalla marxista". Pero alguien tan lejano ideológicamente de él como Eduardo Haro Tecglen precisó esa historia y le dedicó unas líneas reivindicativas: "Fue, por encima de todo, una gran persona. Creía en lo que creía; pero era un buen hombre. Cuando comenzó la guerra sacaron de su casa a su hijo mayor, que era un pistolero de Falange conocido por ‘el Cejas’: todos en la familia las tienen espesas y fuertes; se las transmiten como el amor a la música... Cuando terminó la guerra le llamó el juez para que reconociese al acusado del asesinato de su hijo: el Tebib acudió y dijo que no lo reconocía: y era él. Me lo contó al llegar al juzgado: mataron a mi hijo y no quiero que maten a otra persona".

Tezanos halaga a su jefe, Pedro Sánchez,
y el presidente del COE elogia al presidente de la Generalitat

No hace falta decir que aquel gesto de grandeza hizo cambiar mi opinión sobre Ruiz Albéniz. Tal vez fuera un fascista y, desde luego, como hemos visto, desempeñó con sobrada solvencia su papel de adulador a sueldo. Pero salvar al asesino de su hijo, cuando tuvo la posibilidad de vengarse y de condenarlo a una muerte segura, lo convertía ante mis ojos, como ante los de Haro, en un hombre de bien. Ojalá Alejandro Blanco y José Félix Tezanos, aduladores de la cuerda de ‘El Tebib Arrumi’, puedan tener un día un gesto de grandeza (que no se exige tan heroico) que les redima de su triste papel de turiferarios.

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