Una vez que ha descartado la candidatura conjunta de Aragón y Cataluña, el presidente del Comité Olímpico Español no está actuando con la prudencia que requiere su cargo.

 En lugar de serenar los ánimos, después de una tensa negociación, Blanco parece cerrar filas con la Generalitat en un intento de responsabilizar al Gobierno de Aragón del fracaso del proyecto. Las acusaciones dirigidas al presidente aragonés, Javier Lambán, de mentir y de no respetar los acuerdos distorsionan lo ocurrido.

Merecen un rotundo rechazo las descalificaciones que tanto el presidente del COE como la Generalitat han dirigido al presidente de Aragón, dando una visión distorsionada de lo ocurrido durante las negociaciones y descargando injustamente la responsabilidad del fracaso en la parte aragonesa. Lo que correspondería ahora, especialmente desde la posición institucional de Alejandro Blanco como presidente del COE, es calmar tensiones y propiciar un clima que a medio plazo permitiera retomar el proyecto. Lo que está haciendo es lo contrario, fomentar una polémica que resulta estéril y solo contribuye a sembrar una cizaña que luego se desborda con inquina en las redes sociales. Los acuerdos de la comisión técnica podían estar viciados por las tretas de la Generalitat, que preconizaba su preeminencia en la organización. Y en todo caso, la parte aragonesa tenía el derecho, y hasta la obligación, de revisar esos acuerdos en el nivel político si entendía que no resultaban justos para la Comunidad. Un proyecto de la envergadura de unos Juegos Olímpicos no puede reducirse a la dimensión técnica porque tiene muchas más implicaciones. Ha fracasado un intento de llevar los Juegos al Pirineo, pero la idea olímpica sigue vigente, como muestra el deseo tanto de Aragón como de Cataluña de elaborar nuevas candidaturas. Lo acertado sería contribuir entre todos a que esa idea se haga realidad.